Opinión

Disidentes coincidentes

Un colega me contó un día que, años después de la derrota socialista en las elecciones en las que Aznar se proclamó presidente, coincidió en un ascensor con Felipe González y Alfonso Guerra que acudía a una cita concertada por un periódico en un hotel madrileño. Mi amigo comprobó cómo aquellos dos amigos de aventura política no solo no se dirigieron la palabra en aquel reducido espacio, sino que ni siquiera se miraron a la cara. Llegaron a la planta donde se ubicaba el salón habilitado para la cita, cada uno salió del ascensor por su lado sin esperar al otro, y no miraron atrás. Las relaciones, tanto tiempo cultivadas por dos camaradas de clandestinidad, pasión política y gobierno compartido, estaban trituradas y la inquina, los secretos más recónditos y el mutuo reproche se habían hecho dueños del gesto de ambos para expresar los múltiples matices de una ruptura dramática y sin posibilidad de recuperación.

Paradójicamente, ambos están instalados en el mismo sector ferozmente crítico que acoge a la vieja guardia socialista que se gestó en Suresnes, aquella que, según las interpretaciones de muchos historiadores, se vio favorecida por una operación organizada por el propio Estado en las horas finales de Franco para ocupar una carcasa vacía dejada por Llopis y los apolillados socialistas históricos. Se valieron de ella para refundar un partido joven y absolutamente necesario con el que obtener el preceptivo equilibrio, y se le llamó provisionalmente PSOE reconstituido (r) para convertirlo en la réplica democrática y homologable de la UCD de Suárez. Un partido social demócrata a la usanza alemana que abrió la puerta de la España post franquista a las instituciones europeas.

Guerra respondió hace un par de días con una de sus famosas “boutades” a las preguntas que los informadores formulaban en la Castellana tras el desfile de las Fuerzas Armadas: “hay personas que abuchean a un presidente y aplauden a una cabra. –respondió cáustico- Cada cual es muy libre de elegir a quien cree que mejor lo representa”. Sin embargo, Guerra está tan lejos de Pedro Sánchez y sus pintorescas interpretaciones del constitucionalismo como lo está González. En este caso y gracias a un presidente capaz de cualquier cosa por mantenerse, los extremos se tocan de nuevo. Reconciliados no lo sé. Pero sí, de acuerdo.

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