Opinión

La fatiga del líder

Tras el debate de la Sexta que se cerró con un triunfo personal de su moderador y un 25 % de cuota de pantalla –estamos hablando de cinco millones largos de espectadores con picos de casi seis- los atisbadores políticos han obtenido del diálogo algunas conclusiones que se manifestaban ayer en las portadas de ciertos diarios. El sentimiento más extendido es el que encuentra agotado a Pablo Iglesias. Y no es que lo digan solo los comentaristas sino que lo ha dicho él mismo al inicio del encuentro quizá para mostrar al televidente su lado más humano que es el que para él y para sus asesores presenta a un político joven que se está dejando la piel a tiras por un ideal y que anda a la carrera entre Bruselas y todas las localizaciones de España prendiendo jirones de su propia alma en cada recodo del camino.

De todos modos y siendo observador, hay que sospechar que la aparente fatiga del líder de Podemos tiene mucho de realidad y quien en su momento se mostró como una explosión de frescura y novedad se está manifestando al paso del tiempo con un lenguaje espeso y dubitativo que se complica cada vez a medida que al líder se le exige claridad y posicionamiento en las cuestiones que podríamos denominar de Gobierno y aún de Estado.

Iglesias, al contrario de un Rivera que se siente poderoso y va a por todas, parece haber encarado la campaña como un camino de expiación que cada vez muestra lagunas más profundas y titubeos hijos de la dura y necesaria realidad. Es ahora cuando el jefe de la formación morada se halla en la obligación de definir sus propuestas y es cuando, paradójicamente, aparece más cercano, más humano pero también más frágil y menos convencido de su propio mensaje. Es probable que esté saturado tras convencerse a sí mismo de que con su lenguaje trepidante cuajado de amenazas espantaba a un personal que tenía ganas de cambio pero al que le ponía los pelos de punta que el cambio llegara bajo la apariencia de un movimiento doctrinario y libertario que predicaba el escarmiento de los pudientes y el juicio sumarísimo a bancos, bancarios, empresas y empresarios. Hoy, Pablo Iglesias tiene problemas graves para reubicarse, muestra su lado más entrañable pero también más débil y se queja de que no duerme, tiene poco tiempo para pensar y está cansado.

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