Opinión

La gran incógnita

El suceso político de los últimos meses en cuyos brazos han caído rendidos todos los medios de comunicación subyugados por su indiscutible encanto, es la presentación de un nuevo partido fundado en torno a la  figura emergente de Yolanda Díaz, una gallega de debatida pertenencia ideológica y controvertido pasado. Una mujer de gesto amigable que propone un contorno más juvenil del que incluso le corresponde –acaba de cumplir 51 años-  que, impuesta en un principio por Pablo Iglesias al amor de los pactos que facilitaron la presidencia del Gobierno a Pablo Sánchez, ha acabado rompiendo con él, con el partido que fundó a costa de los iracundos de la Plaza Mayor y que financió con los dineros que le mandaba Maduro, con la mayoría de izquierda que mantiene a Sánchez en Moncloa, y con algunos –no todos pero sí numerosos- principios que se manifestaron en el principio de su aventura política y a los que en estas manifestaciones de palabra con las que se ha prodigado en los últimos tiempos, parece haber renunciado.

Reconozco que Yolanda Díaz tiene algo pero dicho así, en primera instancia, propone después  unas cuantas matizaciones que no mejoran el primer resultado. He tratado de rascar al amparo de la red para averiguar determinadas facetas de su personalidad y reconozco que he podido cosechar poco. El misterio de Yolanda Díaz parece un personaje de autor, creado, construido y desarrollado en virtud de un plan preestablecido, endulzado mediante una cuidada campaña de imagen, para atemperar sus orígenes algo bruscos y sus primeras y muy intensas manifestaciones que proponían un producto demasiado bravo para penetrar en las preferencias de la mayoría reinante. Es por  eso seguramente porque lo que, entreverados entre su estampa de mujer de maneras de seda, ideología social comprometida y sonrisa amable, se cuelan tintes de impostura y actitudes teatrales que deslucen la primera impresión, como si Díaz estuviera representando un papel para el que ha estado preparándose años.

No sé si Yolanda Díaz es una brillante política futura o una gran impostora, y no queda claro ni donde está ni a qué aspira además de convertirse en la primera mujer presidenta del Gobierno de España. Tampoco sé ni ella misma lo ha explicado, qué es Sumar. El tiempo supongo me lo aclarará… casi todo. O casi nada.

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