Opinión

Novelas de cine

Acabo de leer las previsiones de programación anunciadas por las cadenas de televisión a la carta que incluyen los proyectos de series a estrenar al inicio de la temporada, y me he encontrado a mi mismo revisando una lista basada en un buen puñado de novelas de cierto éxito editorial especialmente en lo que al mercado español se refiere. Se supone que va a mantenerse una segunda temporada de “La chica de nieve”, se anuncia la versión cinematográfica de la trilogía firmada por tres expertos guionistas televisivos reunidos bajo el seudónimo común de Carmen Mola, y se avisan nuevas producciones con novelas de éxito como argumentos imbatibles. Mis breves escapadas al universo del relato novelado me invitan a mantener la esperanza de que algún día, alguno de las que yo he escrito llame la atención de los directivos de estas cadenas. Pero sospecho que son esperanzas infundadas lo cual tampoco es que me quiete el sueño.

De todos modos, estos legítimos sueños no dejan sin embargo de propiciar también unas reflexiones personales que les hacen sombra. Siento que una buena parte del público joven considere salvada su cuenta con la lectura asomándose a la pequeña pantalla y solvente la necesidad de tener un libro en las manos contemplando su versión cinematográfica. Es indudable que el lenguaje de la imagen es mucho más efectivo que el de las páginas escritas, porque en este segundo caso hay que perder el tiempo en imaginar. Imaginar paisajes, situaciones, relaciones, personajes… en un mundo tan vertiginoso como el nuestro, literalmente entregado a los designios de la imagen y renuente a la posibilidad de ver cine en el pensamiento, le resulta mucho más fácil sentarse delante de la pantalla de televisión para empaparse de una historia contada en fotogramas que leída página a página en un libro sobre todo si el libro pasa de los seiscientas páginas.

Mi deseo por tanto de que alguien se fije en mis novelas para convertirlas en series televisivas parece entrar directamente en conflicto con mi consejo permanente de no abandonar la lectura. Lo parece y lo es, pero en mi descargo me gustaría argumentar que ambas situaciones pueden conjugarse. Lo ideal es leer primero la novela, imaginársela en el pensamiento y luego, ver la serie a ver si el director del producto y uno mismo coinciden. Que puede darse, no crean.

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