Opinión

Los números y las letras

A los periodistas no nos ha llamado Dios en general por los intrincados caminos de las finanzas. El grupo Prisa cometió por ejemplo el error de hacer jefe de absolutamente todo a un periodista llamado Juan Luis Cebrián, y en unos años sepultó el grupo en la ruina y hubo que trocearlo y venderlo a toda prisa –nunca mejor dicho- para no acabar desapareciendo triturado por las presiones financieras que habían dejado la empresa como un solar, y las deudas monumentales que amenazaban con su extinción. Ahora pertenece a un gigante económico, un grupo de inversión llamado Amber Capital. Lo preside un señor francés de origen armenio, nominalmente es una empresa británica, y tiene su sede en Nueva York. Es también dueña del Real Zaragoza.

A principios de este siglo, se produjo en el complejo universo de la comunicación un fenómeno sorprendente que, sin embargo propició el desarrollo de un escenario nuevo y casi nunca favorable para los intereses generales del sistema. Fue el tiempo en el que los empresarios se creyeron periodistas y los periodistas se creyeron empresarios invirtiendo los papeles, una situación tan dislocada como contraproducente capaz de generar situaciones límite como la que tuvo que afrontar precisamente el grupo Prisa.

Los periodistas no somos buenos con los números. Mejor seguir trabajando con la palabra que es lo nuestro, aunque expurgando la actualidad, me acabo de enterar que hay uno de nosotros que no solo le ha dado a los números sino que lo ha hecho con tan rara habilidad que ha sido capaz de estafar una millonada a sus compañeros de trabajo, lo que desmiente por una vez al menos la idea de que no hay periodista que sepa hacer cuentas. El episodio lo ha protagonizado un sujeto llamado Guillermo Valdés, adscrito a la plantilla del programa “Tiempo de juego” de la cadena Cope, que ya percibía un muy buen sueldo como integrante del núcleo duro del equipo. Al parecer, el tal Willy, que es como le llamaban sus amigos –no creo que le queden muchos después de esto- se inventó un cáncer cerebral y les ha levantado a sus camaradas de programa, Paco González, Manolo Lama y Pepe Domingo Castaños, casi medio millón de euros. Willy tiene 55 años es soltero, no tiene ni hijos ni pareja, vive con sus padres y tiene una empresa tapadera para cometer los fraudes. Una caja de sorpresas es el colega.

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