Opinión

Nunca caminarás solo

You’ll never walk alone” es una canción de 1945 incluida en el libreto del musical compuesto por Rogers y Hammerstein “Carrusel”, de la que una banda del Mersey llamada Garry and the Pacemakers hizo una versión muy aprovechable pero francamente reñida con el estilo que imponía el nuevo sonido triunfante en el noroeste de Inglaterra. Las bandas de músicos juveniles que comenzaron a brotar como setas en aquella zona del país escuchaban antes que nadie los aires de rock and roll que llegaban al puerto bajo el brazo de marineros del otro lado del Atlántico, y fueron construyendo un estilo propio rico en armonías vocales y vibrante soporte rítmico que ha brillado durante medio siglo y aún sigue haciéndolo en las voces e instrumentos de las nuevas generaciones del pop británico.

Sin embargo, “You’ll never walk alone” era una balada melódica y compleja que necesitaba el respaldo de una orquesta para interpretar una letra poética que destaca el valor de la compañía para enfrentarse de su mano a los caminos más hostiles. Nadie en su sano juicio podía suponer que aquella pieza llena de trinos pudiera triunfar en el dinámico mundo del beat pero la versión de Gerry y los suyos subió al número 1 de las listas en octubre de 1963 y se instaló en la grada del viejo Anfield donde los hinchas del Liverpool adoptaron la tonada como su canto hasta convertirlo en el himno no oficial del club y la divisa de su escudo.

Aquel floreciente fenómeno social y cultural de impronta juvenil que tuvo su cuna en el Liverpool de los primeros años sesenta, se trasladó muy poco tiempo después a Londres con los Beatles como bandera para iniciar un movimiento incontenible que se comió el mundo. Todo lo que venía de las islas estaba de moda y también su fútbol. En 1968 se celebró allí la Copa del Mundo y los anfitriones del torneo consiguieron el triunfo final tras una prórroga contra Alemania y un gol de Geoffrey Hurts que en realidad no fue. Cuando se demolió el viejo Wembley, a Hans Tilkowski, el portero de Alemania en aquel histórico encuentro, le regalaron el pedazo de césped con la raya de meta incluida en la que botó aquel balón que nunca entró en su portería. Jamás Inglaterra hizo nada en un Mundial a partir del suyo y a juzgar por el resultado contra Italia, en esta ocasión tampoco está claro.

Hoy, la selección nacional inglesa está prácticamente basada en los cuatro equipos representativos de las ciudades cuna de aquel movimiento juvenil de los 60 –Liverpool, Everton, Manchester- City y United- una apreciable contribución de los llamados por Hodgson ha nacido en esa zona y seis de ellos incluyendo su capitán -Baines y Barkley del Everton, Lambert y Gerrard del Liverpool y Rooney y Jones del United- son naturales precisamente de Liverpool, así que es lícito suponer que, como en aquellos años que vivieron un pujante resurgir de la música desde las entrañas de la cuenca del Mersey, la esperanza inglesa para hacer algo decente en este Mundial también habla scouse. Inglaterra no ha empezado bien pero hay talento en sus botas y sensación de equipo. No parecen caminar solos estos chicos pero esto solo está empezando.

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