Opinión

La persona y el genio

Cuando el próximo sábado se conmemoren los cincuenta años de la muerte de Pablo Ruiz Picasso –ocurrida en la localidad francesa de Mougins en 1973- planeará sobre este recuerdo la intensa polémica generada por su no siempre edificante comportamiento centrado muy especialmente en torno a su trato con las mujeres. Y por extensión, reverdecerá al amparo de esta efeméride, la eterna discusión sobre si las peculiaridades de una existencia personal pueden sobreponerse a la calidad, a la trascendencia de una obra, al talento profesional o a la genialidad de un intérprete. Hace medio siglo que el artista malagueño nos dejó, su extensísima obra tiene cautivado al mundo entero, es el artista español más universal del siglo XX, pero su carácter y sus actitudes lastran continuamente esa condición de extraordinario interprete de las artes plásticas e incomparable innovador en todas las facetas en las que desarrolló su genio. Los más amables escrutadores de su biografía suponen que no siempre se portó bien, y los más contundentes proponen acabar con el mito y castigarlo por maltratador e infame.

Picasso como hombre es un ejemplo de claroscuros pero no es por supuesto el único en mostrar esos comportamientos. Cuando lo que trascendía de su figura era su condición de antifranquista convencido y bronco intelectual del librepensamiento, la izquierda lo tomó como banderín de enganche e hizo de él un apóstol mientras la derecha procuraba restarle méritos y definía su arte como propio de un mercachifle mentiroso por añadidura. Especuló ampliamente con las fechas del Guernica, y hubo intentos de demostrar que la pintura se le encargó para otra cosa y que se pintó con anterioridad al bombardeo. Cincuenta años después de su muerte, la patente política del artista ha decrecido y han rebrotado las oscuras facetas de su carácter que paradójicamente resucitan en el seno de nuevos movimientos de izquierda identificados con causas como el feminismo, el compromiso social y la naturaleza. Hay por tanto un peligro evidente en el planteamiento que pretende identificar la trayectoria de un genio con su aventura personal. Los tiempos cambian, los análisis sociales también, pero el muerto se queda y ya ni evoluciona ni se defiende.

Picasso es único… incluso para tipos como yo que no lo entiendo.

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