Opinión

El pibe independentista

El contencioso de las banderas en el ayuntamiento de Barcelona representa un eslabón más en la cadena de disparates que este enloquecimiento nacionalista está provocando en una ciudad como Barcelona y en una región como Cataluña antiguamente caracterizadas por un admirable sentido de la vida, la hospitalidad, la sensatez y el buen gobierno. El episodio es sobradamente conocido por el reflejo que ha tenido en los medios de comunicación pero el núcleo duro de este conflicto -despachado en los periódicos como una pugna a secas entre los defensores de la bandera independentista y la nacional- es un poco más hondo y los informativos de prensa han olvidado como punto de partida que la primera de las enseñas es ilegal y la segunda es la bandera de todos, incluyendo a los secesionistas al menos mientras sigan perteneciendo a la nación a la que pertenecen.

Pero la parte más mollar y también más indignante del asunto estriba en la propia personalidad del sujeto que quiso detener el despliegue de la bandera nacional en el balcón de un ayuntamiento en el que su alcaldesa se inhibió ante el forcejeo y ya va siendo hora de que se decida y diga de qué lado navega. El tipo que forcejeó como un poseso para retirarla es uno de los suyos o sea, Gerardo Pisarello Prados, concejal del ayuntamiento de la Ciudad Condal, nacido en Tucumán (Argentina), y profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Barcelona lo cual implica un doble o incluso un triple regodeo y la demostración inequívoca de que se ha perdido la cabeza y estamos en las zarpas de auténticos posesos.

Dicen que no hay peores y más intolerantes que los conversos y en este caso el viejo principio se cumple escrupulosamente. Pisarello –hijo de un militante de la Unión Cívica Radical de Alfonsín- es un refugiado de la dictadura y mano derecha de Colau que se siente más independentista que los independentistas y que es más catalán que los catalanes, líbrenos Dios de los iluminados, líbrenos Dios de los ayatolas.

Somos un país de idiotas. Me imagino lo que le pasaría a un español que tratara de boicotear en un acto oficial y público una bandera argentina desde el balcón del consistorio de Buenos Aires en la Plaza de Mayo. Y con razón.

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