Opinión

Con Zoco en el recuerdo

Yo también, y como mis viejos amigos del periodismo deportivo, Alfredo Relaño, Raúl Santidrián, Julio César Iglesias, “Kubalita” Gozalo o Julián Ruiz que se pasaban el día en los entrenamientos o en el campo, vi jugar a Ignacio Zoco como vi jugar a Pirri, a Pachín, a Velázquez, a Grosso o a Amancio. Y es que, en aquellos tiempos, yo escribía para un periódico del ramo y hacia la crónica del Madrid o del Atlético jornada tras jornada. Zoco era alto, rubio, aparentemente torpón llevando la pelota y con las piernas muy largas, un futbolista nada espectacular pero imprescindible en aquel Madrid ye-ye que, con once tíos de la casa, conquistó la sexta Copa de Europa cuando nadie daba por ellos un pataco. Eran diez adolescentes con cara de cantantes despistados –se hicieron una foto con pelucas de los Beatles- y el abuelo Gento los apacentaba.


Recuerdo que cuando el Madrid tenía necesidad de arreglar algún problema  se pedía desde las gradas que Zoco fuera a rematar los saques de esquina sobre todo en los últimos minutos cuando el resultado o bien era holgado y permitía frivolidades o bien apretaba. Entonces, y previa mirada al banco para pedirle permiso a Muñoz, el navarro se recorría el campo desde su puesto de medio reconvertido en líbero para situarse en el área contraria mientras la grada del Bernabéu coreaba su nombre a voz en cuello, Parecía como si tuviera chepa y si uno no le conocía podría haber jurado que se liaría con sus propias piernas y se caería de culo en mitad del campo antes de llegar a la otra portería. Pero eso nunca pasaba, Zoco se ponía en su sitio y muchas veces hizo gol desde esa posición, gol que era recibido por el público con una ovación de las que solo se tributaba a los grandes.


Y es que Zoco fue uno de los grandes y está a estas horas en el altar de los santos madridistas junto a lo más granado del calendario blanco. Se ha ido con una edad que no hacía presagiar un final tan temprano y además nunca estuvo ocioso sino entregado a la causa merengue. Uno de sus cuatro hijos –me lo dijo él por teléfono- ha sido director de uno de los mejores hoteles de Vigo y no sé si seguirá siéndolo. Como fue conmigo un encanto, donde esté ahora y si me lee, le mando un fuerte y cariñoso abrazo.

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