En el año 2008, en el prólogo del libro Auria, cien obras maestras del arte ourensano, editado por La Región, Elena Ochoa (Ourense, 1958) hacía un recorrido por el Ourense de su niñez de la mano de su padre, con el que visitaba el Liceo para leer el periódico y cortarse el pelo, todo ello después de comprar en la pastelería Ramos los bollos del desayuno dominical. Acababa Elena su recorrido sentimental por la ciudad de su infancia con estas palabras: Guardo la memoria que perfila cada día quien soy yo, consciente e inconscientemente. Mi historia está afincada en ese Ourense profundo, bello y duro, siempre para bien. Cuando enseñaba Ourense por primera vez a su marido, Norman Foster, le advirtió que iba a ver una ciudad un poco feíta, supongo que temiéndose el impacto de los desastres propios de toda urbe española. Pero tras el recorrido, Foster, en un acto de humildad y amor, le comentó a su mujer: Es la feíta más bonita que he visto nunca. Estaría bien que él la hiciera un poquito menos feíta.