Opinión

Un trabajador bajito

No sé ahora como será, pero a la persona diligente y trabajadora la vida la compensaba porque creaba riqueza y era útil para su comunidad. Generalmente en esos parámetros se educaba en la procura de que pudiese abrirse camino en la vida y tratase más fácilmente de prosperar. No hace mucho escribía sobre la fábula de la hormiga y la cigarra. Ay, las fábulas, que bonitas y pedagógicas son. ¿Por qué no se enseñarán? Hoy, al hilo de lo anterior, hay que decir que no sólo a las personas les asisten estas virtudes. Lo bueno y lo malo está muy repartido en el mundo, y a todos les llega algo, y si no, que se lo pregunten al castor americano, simpático roedor por cuyas tareas llevadas tan afanosamente, fue merecedor del honor más importante y deseado de Canadá.

Esto es: se le concedió ser el emblema y símbolo de la soberanía del citado país. Fue un 24 de marzo de 1975 en el que la asamblea nacional sancionó una ley que así lo consagraba. Uno de los méritos de este “obrero” es su comportamiento laborioso ya que estos animales semiacuáticos, que se cuentan como uno de los roedores más grandes, desempeñan un papel fundamental en multitud de ecosistemas, aunque no todos buenos, claro. Pero sí, que Canadá, tiene zonas cuyos sustratos se los deben a estos roedores. Son generalmente monógamos, ellas tienen un compañero para toda la vida, y cuando un castor cumple dos años sale de la casita familiar. Construyen sus madrigueras esmeradamente siempre juntos, en el agua, y para ello utilizan todo lo que les da el bosque, tanto palos, como hojas, ramas, e incluso el lodo. Sus casas siempre tienen dos entradas bajo el agua, que sirven para escapar de los enemigos y depredadores.

Como todos los seres vivos, forman parte inevitable de la cadena trófica, se quiera o no. Y según los expertos, la inteligencia y el instinto de la vida, por tanto de supervivencia, está en cada uno de ellos. Cada cual se defiende como puede y hace lo necesario para salvaguardarse a sí mismo, a los suyos y a lo suyo. Esto cuenta tanto en animales como en seres humanos. Como decía William Munny, personaje inolvidable, “matar a un hombre es algo despreciable. Le quitas todo lo que tiene, y todo lo que podría llegar a tener”. Así es la vida. Un ser, cualquiera que sea, es él y lo que tiene. De ahí la propiedad privada y las leyes que deben protegerla.

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