Opinión

Tropiezos de la ciencia

Aunque no lo parezca, no somos nada y somos casi todo. Y no es cierto que todo esté en los libros; la realidad es que todo lo que hay está en el cerebro. De él salen los libros, y todo lo que los ojos le transmiten y él determina. Leo con asombro en Iflsciencie, que el “cerebro humano se ha triplicado aproximadamente en los últimos cuatro años”. ¿Qué quiere decir esto? Difícil de explicar sin estar ahí, con la sapiencia de quienes tratan y experimentan tema tan principal.  Mauricio González-Forero, de la Universidad de St. Andrews, ha creado un modelo informático, el cual “integra dinámicas evolutivas y de desarrollo”, para con ese modelo poder estudiar los diferentes tipos del crecimiento de los tejidos que conforman el cerebro, y así llegar a un por qué de ese crecimiento. 

Un aumento, que al leer la noticia que da cuenta del mismo, sorprende vivamente a los legos en esas lides. Sumamente interesante es la información que nos ofrece Iflsciencie, sobre todo para los que tratan de averiguar qué es, y cómo nos rige esa nuez gigante que tenemos ahí arriba, tan frágil visualmente y tan potente para, entre otras infinitas capacidades, dirigir nuestro control, nuestra perspectiva del mundo, y nuestro quehacer por el mismo. Hay en este artículo científico una cosa curiosa entre otras  tantas, que se puede resumir de forma clara y concisa, y es que, cuanto más tarde el ser humano comienza la práctica sexual, más crece su cerebro. Tampoco sabemos, si con el tamaño cerebral más grande o más pequeño, se acentúa o no la inteligencia. Porque se escribe y teoriza, se dice y contradice, que hay muchas formas de inteligencia. 

La matemática, la emocional, la espacial, la… pero qué sabemos, si somos complejidad pura. Si uno mira las noticias, el estado del mundo y el futuro que se vislumbra…, llega a preguntarse si existe de verdad. Pero a pesar de todo, hay que reconocer que sí, que existe la inteligencia. Pasamos del hacha de sílex, al teléfono móvil. Pero la inteligencia sola no puede hacerlo si no la acompaña el corazón. Ese órgano que hace sentir al hombre. Hoy afortunadamente los investigadores incluyen en su trabajo ambas aptitudes. Porque no hay que olvidar que hubo un tiempo no muy lejano, en el que, aquellos reconocidos como sabios, para medir la inteligencia humana, median los cráneos. Tropiezos de la ciencia.

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