Opinión

OLIGARQUÍA, EDUCACIÓN Y MEDIOCRIDAD

En la sociedad moderna, la economía de mercado -y también la llamada colectivista- genera de modo indefectible diferentes niveles de posesión de la riqueza entre los seres humanos. Incluso mas: el distanciamiento entre riqueza y pobreza que se ha producido en el mundo actual es, al decir de muchos, el mayor de la historia de la Humanidad, como consecuencia, entre otras cosas, de la aparición del mercado global. No se trata ahora de penetrar en la justicia o injusticia de esta distribución desigual de la riqueza sino de tomarla como un punto de partida, de modo que la separación entre propietarios y no propietarios, entre poseedores y no poseedores de renta, sigue siendo una clave de nuestra sociedad actual. Añadida a esta caracterización, la transmisión hereditaria provoca que frente a la vieja noción platónica de 'los mejores' (la artistrocracia) se constituya una sociedad estructurada en castas endogámicas, que no solo afecta al mundo de la propiedad de bienes o renta, sino también al del poder, porque la propia noción de clase política contiene en su interior esta idea de transmisión exclusiva en el seno de un grupo cerrado sobre sí mismo.


Partiendo de este dato, ¿como romper la dinámica oligárquica de una sociedad? Mediante un expediente: la igualdad de oportunidades. Es para mi una idea tan absolutamente capital, tan decisiva para estructurar un modelo mínimamente aceptable de convivencia social, que cualquier limitación o recorte de su dimensión real me parece extremadamente peligrosa, además de inhumana en el sentido mas pleno de esta palabra. Y la igualdad de oportunidades tiene que ver y conecta de modo directo con la educación, con el acceso a la cultura y a los instrumentos que permiten a un sujeto prosperar en el seno de una sociedad.


Es elemental que si solo tienen acceso a la cultura, a los atributos que permiten el desempeño de funciones sociales, aquellos que disponen de niveles de renta, el estancamiento social sería tan grosero, tan brutal que sería imposible de soportar porque provocaría, en los tiempos que nos toca vivir, un estallido social, tan inevitable como comprensible. El individuo con capacidades tiene derecho a demostrarlas y a ser tratado como tal con independencia del nivel de renta que posea él o su familia. Pero en mi forma de ver las cosas, la cuestión no solo hay que examinarla desde la óptica de ese individuo capaz, sino que es la propia sociedad la que tiene derecho a reclamar al Estado que le garantice que los 'mejores', los mas capacitados, van a poder demostrar que lo son y de este modo acceder a los puestos claves en el seno de la sociedad. Y para ello se necesitan varias cosas.


La primera que el nivel de renta no sea el único determinante para el acceso a la formación. El Estado debe proveer de renta adecuada a quienes cumplen las siguientes condiciones: no poseer riqueza suficiente, tener capacidades individuales y estar dispuestos al esfuerzo necesario para transformar esas capacidades (potencias) en niveles oficiales de formación (titulación) que le permita acceder a posiciones en la sociedad. Insisto: una sociedad sólo funcionará de modo adecuado si las posiciones de poder se ejercen por los mas capacitados, y no sólo por aquellos cuya legitimidad nace del dinero de su familia o de la pertenencia a una casta endogámica del tipo que sea. Las sociedades oligárquicas, se quiera o no, conducen indefectiblemente al predominio de la mediocridad, lo que indefectiblemente también provoca la decadencia del cuerpo social.


Debe igualmente el Estado evitar que los que posean renta pueden comprar con ella titulaciones para el desempeño de funciones sociales. Vamos, que el rico no por eso, y sin más, tenga derecho a una plaza social titulada si carece de los atributos de inteligencia, voluntad y esfuerzo imprescindibles. Por tanto, acceso al capacitado aunque no tenga renta y limitar el acceso de los rentistas incapaces. Pero la igualdad de oportunidades no solo reclama la beca para poder 'estudiar' sino además el dinero necesario para no tener que trabajar adicionalmente y por ello poder competir en igualdad real de oportunidades con el 'rico'.


Bien, pero ¿todos? No, por supuesto. Los recursos escasos de una sociedad deben invertirse en quienes realmente tienen capacidad, voluntad y esfuerzo con constancia. ¿Como lo medimos? ¿Con un 5, un 6, un 6,5? Eso es pura convención, un número, porque depende de como se instrumente el sistema de evaluación. Es decir, 5, 6 ó 6,5 es el resultado de un sistema evaluativo. Pues bien, este sistema debe ser igualmente objetivo y adecuado. Es absurdo centrarse en la nota final y dejar de lado el modelo de evaluación del cual esa nota se deduce. Ese modelo es lo que importa porque sólo los que superen una determinado nivel -el que sea- deben tener acceso a usar la renta de todos para alcanzar títulos que le permitan el desempeño de funciones en la sociedad. Y no centremos el debate sólo en la Universidad, no sigamos pautando jerarquías cualitativas en función de títulos dejando a un lado la verdadera utilidad social. Y no generemos individuos frustrados con título bajo el brazo y sin poder desempeñar las funciones correspondientes por falta de demanda social.

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