Opinión

Descuido

Qué bonita es Soria y qué buenas son sus gentes! Y dicho esto, hay que fastidiarse con Soria, o mejor dicho, vaya par de bemoles que le ha echado Mariano a la hora de proponer al ex ministro para desempeñar un alto cargo en el Banco Mundial.

Rajoy parece olvidar que a José Manuel Soria tuvo que destituirlo, por más que se pretenda  maquillar con el eufemismo de que renunció motu proprio. El político canario no dimitió pese a cambiar en varias ocasiones la cantinela de los papeles de Panamá. Sin duda, si de él dependiera, a estas alturas estaría sacándole punta al recibo de la luz con el pantalón grapado contra el escaño para no soltarlo ni en medio de un naufragio.

Para quien le parezca grave la cuestión del caso Panamá donde figuraba un Soria que debería ser modélico ante la sociedad que le confió el ministerio a través de su apoyo electoral, debería considerar que lo verdaderamente espinoso ha sido su gestión. Al llegar a Industria se encontró ante una cuenta inasumible de subvenciones a las renovables, pero su gran pecado está en que, lejos de buscar una alternativa que protegiera el bolsillo de las familias, desde una visión corporativista actuó de manera arbitraria causando un grave perjuicio a los ciudadanos al claudicar ante las eléctricas.

Ese ha sido realmente el proceder de Soria al frente del Ministerio de Industria, cuando en lugar de promover una producción energética sostenible, lo menos dañina para el medioambiente y lo más beneficiosa, tanto económica como socialmente para los españoles, optó por castigar las energías alternativas, sacarse de la manga un impuesto por el sol y convertir en ilegales los paneles solares que el mismo ministerio obligó a instalar en todos los edificios de nueva construcción, penalizando de paso las instalaciones de viviendas unifamiliares con un gravamen a pagar a las grandes empresas de producción eléctrica para, según Soria, compensarlas cuando un paisano decide no comprarles electricidad, que viene a ser como pagar el IVA por no comprar nada.

Además el ex ministro ostenta el triste mérito de haber dejado a España fuera de una producción energética limpia y sostenible, mientras países como Costa Rica la obtienen en un 98,05%, Portugal nos supera y Alemania las convierte en uno de los sectores más pujantes. Esa es la realidad de Soria, que ha dejado al país y a los ciudadanos con los pantalones bajados frente a la industria eléctrica, borracha de ingresos difícilmente comprensibles.

Cierto es que a toro pasado ningún juez, policía ni autoridad  fiscal lo ha acusado de nada, y que su participación en el entramado de empresas ofsshore del  paraíso fiscal caribeño era circunstancial además legal en aquel momento, bastante anterior a su actividad política y seguramente más vinculado a algún miembro de su familia que a él, pero flaco valedor le salió con Cospedal, que cada vez que abre la boca sube el pan. Y todo por no saber comunicar ni qué decir. Quizás Soria no se vio obligado a dimitir por verse envuelto en un escándalo de corrupción sino por proponer distintas versiones sobre el mismo hecho para escaquearse o, lo que es lo mismo, por nadar en aguas profundas queriendo salvar la ropa, lo que en política sobra para ser defenestrado. ¿Por qué cree si no Cospedal que Mariano lo obligó a dimitir, para irse de vacaciones a Panamá?

Seguramente aquella filtración de los papeles de Panamá cogió a Soria  en mal momento, pero su propuesta para ocupar un puesto de director ejecutivo en el Banco Mundial también le llega en mal momento a la mayoría de los españoles porque, como anotó Augusto Roa Bastos, el poder de infección de la corrupción es más letal que el de la peste.

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