Opinión

LAVAPLATOS

Hoy decir lavaplatos es decir máquina para lavar platos, tazas, tenedores, cucharillas o demás utensilios que se usan para dar de comer al hambriento, al pecador de gula que, por cierto, abundaba más que abunda, y en general a mucha gente, casi siempre del primer mundo. Esto es hoy, porque ayer, un ayer de años claro está, decir lavaplatos era decir 'pringado', o decir libertad y ganas de aprender.


Se preguntará alguien, si es que hay alguien detrás de esta columna, cómo es posible casar dos cosas sin par, pringado y libertad, o máquina pura y dura y asociada al sobreviviente en la jungla económica como oficio casi último en la esfera laboral, con un concepto que se halla más cerca de lo espiritual o de cierto anhelo positivo en búsqueda de la diferencia, su diferencia, el yo más auténtico, que no ego. Dos cosas distintas y un único centro de gravedad permanente que no varíe lo que ahora pienso de las cosas, de la gente? que diría el genial Battiato; o luna y sol y centro del universo humano.


Pues vamos allá, al matrimonio de esta pareja peculiar, en principio antagónica y mal avenida que hace sospechar de algún interés por el que te quiero Andrés, en lo que lo primero lo cumplía aquél que no tenía más oficio que beneficio y venga a lavar platos por doquier, cuál era el caso de tanto inmigrante latino que había conseguido cruzar la frontera de la USA de los setenta, y lo segundo ser refiere a lo que hacía cualquiera que en esos mismos años quería aprender inglés, o en cualquier caso conocer bien la liberal city londinense, y lo más recurrente era conseguir otro restaurante de este lado del Atlántico donde fregar platos, y fregar, y fregar y fregar, para a cambio de unos peniques, comida y cama, poder permanecer más tiempo en el lugar, simplemente. Cuánto más se fregaba de este lado más se estiraba la voluntaria estancia, y decir estancia entonces, allá por los mismos setenta que recordábamos antes, es decir libertad; sí, sí, también libertad sexual que aquí aún no había dejado asomar las tetas de Victoria Vera en el famoso ejemplar de Interviú.


Hoy, después de cuarenta años de aquellos tiempos, vuelve a cobrar vigencia el antiguo afán de ser libre a costa de lavar platos o vasos. Quizás cambie el foco del objetivo, aquí no hay idioma que aprender sino en todo caso recuperar el propio para poder volver a manejar las palabras correctamente y no darles la vuelta porque a algún capullo maniqueo le interese su manejo como burdo oropel, ni tampoco país al que emigrar en busca de la libertad que sobra de puertas para fuera pero tal vez escasea de piel hacia lo íntimo; pero el objetivo es el mismo que antaño: conseguir ser lo más libre posible dentro del verdadero sentimiento. Y que no me diga nadie que no es mucho mejor fregar platos para tratar de sacar un salario mínimo de dignidad que permita a uno ser él mismo que no ser su mentira, o que ser verdadero gilipollas que por no querer fregar platos se 'vendex' al sistema más corrupto que jamás conocimos. Llega el momento de reivindicar cualquier oficio humilde pero digno, como el equivalente 'lavaplatos' humano, que nos permite ser libres de una corruptela que tarde o temprano se vuelve siempre contra el que la ejerce, a dios gracias, que ser lavanderías de negociantes Al Capones que acaban pringando; al fin, 'pringados', 'verdaderos pringados'.

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