Opinión

LECTURAS

Los pasados Reyes Magos me trajeron un buen regalo. Muy particular. Toda una mañana libre con tiempo para leer en la cama, y lo que quisiera, hasta el punto que pude acabar la novela de Silvia Bardelás ‘Unha troita de pe', que tenía a medias, pero en lugar de pé como esa troita, perfectamente tumbado. Fue una fiesta del descanso corporal y del sentimiento, donde el paso de las líneas escritas del protagonista tiraron de mi propia novela, propia vida.


Son cosas tan hondas y ciertas las que muestra Silvia que cualquiera que le dedique un primer tiempo a su novela viaja sin claro destino pero al final encuentra su sentido cociéndose en alguna movida de la vida futura. Siempre con el tema eterno del amor puro con el que no nos atrevemos por ser contrario a norma, educación, convención o forma de ser de uno, que es precisamente lo que enamora, al tiempo que da mucho vértigo y miedo, tanto que alguno lo deja pasar y se conforma con el de al lado, sin más. Y la enfermedad, como espita que se abre para que volvamos sobre ello, sobre el conformismo que ahora aprieta, después de años, hace una revisión tremenda sobre el cuerpo para saber si se le da una prórroga con el tratamiento final de un buen diagnóstico, pero que también es revisión del alma, corazón y mente; y dentro de este tiempo que nos regala la buena forma física se encuentra la verdad oculta, la verdadera. Silvia me ha sacado de la rutina durante horas de lectura y se lo agradezco porque he sentido distinto, con otra emoción más íntima. La recomiendo, su novela. Además la recomiendo, yo que no soy un galego falador normativo linguístico militante, por su galego bonito.


Y hablando de leer, este fin de semana estuve leyendo otro libro del que me faltan unas páginas para acabar, por lo que me reservo la opinión hasta un próximo día, pero merecerá la pena que se lo de a conocer a alguno. Mientras, sí les digo que también he leído este mismo sábado unas críticas a dos grandes libros de amigos. Por un lado leí la que le hacen en suplemento literario al libro Fíos de Santiago Lamas, donde Ramón Nicolás reconoce el valor ensayista de este médico psiquiatra que lee lo que no está escrito y más, pero también escribe lo que no está leído, y se evidencia con naturalidad. Por supuesto que de estas lecturas salen fíos de reflexión madura que a los demás nos indican un camino alternativo a lo habitual, el consumo nada selectivo de las horas que el destino nos marca. Enorme libro.


El segundo libro comentado es del amigo Chesi, al que le hace una reseña un vecino de estas páginas escritor de artículos y de relatos, Chechu Jiménez en su blog particular del corazón a los asuntos. Un buen fin de semana, pues, de lectura, tanto de libro como de artículos literarios como los mencionados.


El león ya no ruge


No quisiera perder la ocasión propiciada por la muerte del león de Villalba para recordar el gran carácter que sabemos todos que tenía Manuel Fraga Iribarne pero que pude constatar personalmente y de una forma directa, y a quien la última vez que vi fue en el Colegio Miraflores con motivo de la inauguración de su segunda fase. Ahí llegó él antes que nadie, muy anticipadamente, de tal manera que mientras no llegó Olegario Vázquez Raña y otros estuve haciéndole algo de compañía en la sala donde aguardó el comienzo de la inauguración. Acompañé entonces a un hombre al que se le caían las pupilas sobre sus cansados ojos y que sostenía la cabeza en la mano acodada en un brazo de la silla de ruedas en la que se desplazaba. Nada de aquel otro del carácter que apuntaba antes y que recordaba de una campaña electoral donde haciendo yo de chófer me abroncó por mover sus papeles dentro del coche sin su presencia, cual si fuera a espiar al jefe de la oposición de entonces, cual si fuera un agente secreto disfrazado de sobrino de Jaime Tejada, que era quien me pedía hiciera de conductor en aquellas campañas de Alianza Popular.


La verdad es que no le guardé ningún afecto de aquellos distintos días que conviví dentro de aquel coche mercedes que paseó por la provincia a D. Manuel, porque simplemente fue como si yo no existiera, nunca una pregunta de curiosidad por saber algo de la persona que lo conducía por las carreteras ourensanas, pero no por ello dejo de guardarle afecto al hombre político, no por sus ideas o forma de militancia sino porque en tiempos donde los chorizos atragantan nuestra fe en esta actividad, él, D. Manuel, fue un buen ejemplo, nunca me pareció a mí que buscase lucrarse de ella, ni mucho menos. O sea, por su honradez le echaré de menos, sobre todo ahora donde faltan referencias. Descanse en paz el león que se hizo gatito con el tiempo, como todo el mundo, y que, como todo el mundo, murió.

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