Los gallos cantan cuando sale el sol y las gallinas cuando sale el huevo.
Yo no creo ese refrán que dice: “Al que madruga, Dios le ayuda”. Ahí están las gallinas, a pesar de que se levantan con el alba, envejecen poniendo huevos para que se los coman los demás, y acaban muriendo en la cazuela.
“Soñando contigo hace unas noches un gallo me despertó; para que otra vez eso no suceda me comí el despertador”
Los árboles, en tiempo de sequía, se salvan por los perros.
Les voy a leer una carta que he recibido. Dice:
“Estimado Señor: he de poner en su escaso conocimiento un hecho acaecido en mi aldea. Un hecho que me duele doblemente, porque he sido yo el protagonista. Un par de zagales me llevan todos los días a las afueras del pueblo y no sé porque razón me ordeñan ¿Será porque soy una vaca? ¿Qué me contesta? Pues, ¿qué quiere que le diga, señora vaca? Produzca lejía, a ver qué pasa.
En fin, hay que conformarse y pensar que algo peor que encontrarse un gusano dentro de una manzana: encontrarse la mitad del gusano.
