Opinión

Si te casas en Madrid

Madrid, hablando de cultura, es Olga María Ramos, emblema icónico por unanimidad. Lleva la cola de su madre, la gran Olga Ramos, y con el traje arrastra el frote de cuerdas del violín de su progenitora y el señorío de su padre, el Cipri, compositor, letrista y hombre de gran inspiración que se mantuvo en segundo plano al lado de la estrella. El ADN familiar lo pasea con identidad propia en sus libros sobre el cuplé y en las charlas cantadas. Respira estilo ligero y popular, subido de tono y picante como piden los estándares. No es lo mismo chotis y cuplé, pero conviven en este Madrid amplio y sin fronteras que da ejemplo de absorber lo de fuera y hacerlo suyo. Esta mujer se ha entregado a trabajar por lo madrileño y disfruta y sufre cómo se difuminan las raíces de la capital de España. Y no a partes iguales, porque las tiendas de regalos de Madrid florecen con toros, gitanas bailando vestidas de faralaes y letreros destacando que es capital mundial del flamenco, postergando sus tradiciones, música y literatura.

En Madrid se baila el chotis en las agrupaciones de madrileños y amigos de lo castizo, de los chulapos y de las chulapas, y en la Federación de Grupos Tradicionales. Los puristas se agarran a la identidad y se cierran al abanico extendido del arco cromático. El chotis es tan madrileño como el cuplé o el cuplé es tan madrileño como el chotis, ambos son la tableta de chocolate apartada y siempre reclamada por los que gustan de la diversidad y la danza popular. Almeida ha tenido que ejercer de alcalde el día de su boda para promulgar el edicto que recuerde que Madrid vale un chotis. “Si te casas en Madrid” es el chotis del Cipri, que ha sido declarado hace muchos años himno de la Federación de Grupos Tradicionales Madrileños. 

En Semana Santa les recordaba en esta columna la saeta de Antonio Machado y hoy es su hermano Manuel el que nos dice: 

Yo no sé/ -ni nadie tal vez sabrá-/ lo que es el couplet./ ¿Será alguna cosa el couplet?/ ¿Diremos que es una espina con su flor?…/ ¿O es una flor con su espina?/ ¿Un ¡ay! de amor/ de Arlequín y Colombina?/ ¿Qué es una avispa -decimos- que pica y muere?… ¿Un encanto/ agridulce? ¿Convenimos/ en que es risa… o en que es llanto?/ ¿O llanto y risa?… ¿Ligera llovizna con sol en una mañana/ de primavera?…/ ¿Fuente que charla a la Luna?/ Apachesco, sicalíptico,/ ingenuo, triste, picante/ (monostrófico o políptico),/ declamatorio o danzante./ ¿Diremos que es la ligera/ creación semivirginal/ de la musa tobillera?…/ ¿La poesía callejera/ de la luz artificial?…/ O bien…/ Vaya, que no sé/ ni nadie tal vez sabrá lo que es el couplet. ¿Será alguna cosa el couplet?

Pocas comunidades tienen tan difuminadas su cultura como la madrileña. Madrid se olvida de sí misma para darse a los demás y bien que lo saben sus habitantes. Esta ciudad tiene el sambenito de todos los males, arrastra el de la culpabilidad de todo por ser sede del gobierno y esto es como si la ciudad fuera cómplice de todo lo habido y por haber, “porque en Madrid tal, en Madrid cual…” Algo arraigado y de uso constante. 

Tenemos varios cuplés con ritmo de chotis: “Amor de muñecos”, “Agua que no has de beber”, “Flor de té”, “ ¡Mala entraña!” y “ ¡Ay Cipriano!”. A falta de magia en los pies, sin parpusa y sin organillo y sin mano en el bolsillo, tres pasos atrás y tres hacia adelante colocaron al alcalde en un Madrid orgulloso. La elección del vals castizo Almeida-Urquijo es la mejor campaña de los madriles, de su marca identitaria e institucional.

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