Opinión

AMBICIOSA TURQUÍA

Al lado de Europa y pugnando por entrar en la Unión Europea como aspiración prioritaria: Turquía. A pesar de que se le han dado largas a causa de ser un país musulmán y de su déficit democrático, lo intenta una y otra vez porfiadamente desde que se iniciaron las negociaciones de adhesión en 2005. Ahora, su primer ministro, el islamista moderado Recep Tayip Erdogan, acaba de ganar rotundamente las elecciones legislativas por tercera vez consecutiva, alcanzando una sólida mayoría absoluta pero sin lograr los dos tercios del Parlamento necesarios para cambiar de Constitución y convertir al Estado turco, como era su sueño,  en un régimen presidencialista como Estados Unidos o Francia. Tendría que recurrir a un referéndum para ello; es como si los turcos temieran concentrar en un solo político tanto poder. Ganar tres veces las elecciones es a buen seguro un gran logro pero la amiciosa Turquía habrá de esperar. Y aún así... 'La paciencia es la llave del Paraíso', dice un proverbio del riquísimo y sentencioso saber turco.


Vamos a comentar el caso turco antes de que desaparezca de la actualidad. reemplazado por cualquier otro de los muchos acontecimientos políticos que se agolpan en los medios de comunicación.


Armada de razón, tanto  por su situación geográfica y estratégica contigua al Viejo Continente como por su posición política  de miembro de la OTAN, la OCDE y el Consejo de Europa, protegida por EEUU, de buenas relaciones con Israel, Turquía seguirá intentando ser primer actor en el Mediterráneo oriental erre que erre. Lo primero que ha hecho Erdogan, presidente del Partido dela Justicia y el Desarrollo (AKP)  es ofrecer un pacto a la oposición  con el fin de alcanzar un consenso para negociar una nueva Constitución que le permita presentarse a un cuarto mandato y aplicar sin necesidad de consultar a la población las reformas que a su juicio necesita el país. No contará para ello con la segunda formación nacional, el importante Partido  Republicano del Pueblo, que se opone con uñas y dientes al abandono del actual sistema parlamentario y defiende el laicismo por encima de todo desde hace más de cien años. De este modo, Erdogan ganó el voto electoral pero quedó a las puertas de conseguir lo más importante para él pero no para su pueblo, la posibilidad de perpetuarse en el poder.


La revolución imparable de las comunicaciones nos explica y pormenoriza el éxito de Turquía, algo ya asumido y digerido por la prensa occidental y consignado en Wikipedia o FaceBook como un clavo pasado, la circulación de la información ha convertido en viejo el acontecimiento y pasa a otra cosa.  Las redes sociales nos tienen al tanto en cualquier parte y en cualquier momento de lo que sucede, es imposible abstraerse a la actualidad. Las fuentes de información son tantas y tan variadas que se puede hacer acopio de datos y razonamientos sin salir de su cuarto de estar. Lo que sobran son fuentes, lo importante es el criterio, la opinión. Ahora bien sin el sustento de una cumplida y amplia información fehaciente las conclusiones y juicios de valor resultan huecas.




dilatada historia


Turquía cuenta con una destacada historia desde los lejanos tiempos del Imperio Otomano hasta la 1ª Guerra Mundial,  historia laica y constitucional a partir de la subida al poder en 1922 del líder Mustafá Kemal, Ataturk, siempre con su centro neurálgico en su capital a orillas del Bósforo,  que recibió según las épocas los nombres de  Constantinopla. Bizancio y Estambul y fue uno de los epicentros del mundo antiguo y moderno, a caballo entre Europa y Asia, bañada por el Mar Negro, llamado así por una corrupción francesa del término Mar Septentrional, tomada al oído. La metrópoli es una de las ciudades más populosas y bellas del mundo como pude comprobar todas las veces que la visité. Y el pasado de Turquía es memorable, cuna de varias civilizaciones y lugar de legendarias batallas, encrucijada histórica, transcontinental.


 Ahora, en el siglo XXI, está volcada hacia el porvenir. Con 74 millones de habitantes, la República de Turquía se ha convertido en una gran potencia regional, próspera, de una impetuosa expansión del 9% del Producto Industrial Bruto en 2010 que ya quisieran para sí muchas naciones de Occidente. En comparación con una Unión Europea amenazada por las crisis, aún resalta más el atropellado pero incesante desarrollo turco. En su rivalidad histórica con una Grecia hoy en bancarrota, que ha tenido que ser rescatada por Bruselas como lo fueron Portugal e Irlanda, Turquía puede exhibir sus triunfos: de 2002 a 2010 su renta per capita se ha multiplicado por tres para situarse sólidamente en 10.080 dólares y alcanzar un Producto Interior Bruto de 510.000 millones de euros (la mitad del de España). Se afirma como potencia indiscutible de la región, el consumo y el crédito han aumentado, sus habitantes, que viven mejor con Erdogan,   confían en el futuro.


Estas son las luces turcas, las sombras no faltan. En lo político, la ambición desbordada del tres veces primer ministro, Recep Tayip Erdogan, de 53 años,   que quisiera ser jefe de Estado  en 2023, centenario de la fundación de la Turquía moderna aunque para ello tenga que reformar la Carta Magna. También tiene proyectos faraónicos, como la costosísima construcción de un canal navegable al este de Estambul para poner fin al paso de petroleros peligrosos y la creación de una ciudad cerca de la capital Ankara ( Angora antiguamente en español) destinada a descongestionar su gran aglomeración.


El problema irresuelto de los derechos autonómicos y lingüísticos de los 15 millones de kurdos que hay en el país amenaza otra vez como una bomba de relojería a Turquía al no haber cumplido Erdogan sus promesas de apertura hechas en 2009. Agitado por el Partido de los Trabajadores del Pueblo (PKK) ,movimiento terrorista, el conflicto nacionalista, viejo de tres decenios, ha causado ya 40.000 muertos y se halla en un impasse. Parece insoluble.


Pesa también como una losa sobre Turquía, heredera del Imperio Otomano, el genocidio armenio, perpetrado en 1917, durante la 1ª Guerra Mundial, en el que perecieron más un millón y medio de personas deportadas a marchas forzadas,  a través del desierto situado en lo que hoy es Siria. Ordenado por las autoridades otomanas fue  uno de los  éxodos  masivos mayores que han sucedido, en realidad una oprobiosa limpieza étnica. La administración actual no niega las masacres pero sí que hubiera voluntad de un genocidio. Desgraciadamente para la memoria de los turcos, ha quedado como un baldón.  


 Al lado de tales desmanes, parecería menor la conculcación actual de derechos   civiles en Turquía que supone el encarcelamiento por  delitos de opinión de 60 periodistas o que una nacionalista kurda haya sido condenada a 15 años por hablar en kurdo, pero la libertad y la democracia deben ser completas y no admiten graduaciones.  Esto es algo de lo que tenía que contarles de Turquía, situada en la península de Anatolia o Asia Menor, bañada por tres mares, entre Oriente y Occidente.

Te puede interesar