Opinión

DUELO INCIERTO POR LA CASA BLANCA

A sesenta días del voto no hay nada decidido en las elecciones norteamericanas, las más importantes del mundo.


En uno de mis viajes a Estados Unidos, donde residí unos años, me coincidió al lado, en un vuelo interior, un grupo de rock hispano con el que tuve ocasión de charlar un rato. Vivían en Norteamérica pero hablaban de corrido aunque con giros y expresiones hispanoamericanas el español que habían aprendido de sus madres. Se llamaban 'The Latin Birds' o algo así ,y se mostraron sorprendidos, curiosos e interesados cuando les expliqué que la palabra latino procedía de Latium, una región histórica en torno a Roma donde había nacido el latín, base del idioma común en que estábamos hablando. Se les había olvidado el origen del término 'latino' si alguna vez lo habían conocido. Por cierto que este término ahora ha acabado por significar otra cosa, y es discriminatorio sobre todo en EEUU.


Hoy en día hay 50 millones 500 mil latinos -83% de origen mexicano- entre los 311 millones de norteamericanos, están divididos casi a la mitad entre demócratas y republicanos y pueden influir decisivamente con su voto en las disputadas elecciones presidenciales del próximo 6 de noviembre. Por el momento las encuestas anuncian un empate técnico entre republicanos y demócratas y el presidente saliente Barack Obama quiere mejorar el incierto resultado. Esta preocupación quedó patente días pasados en la convención demócrata de Charlotte (Carolina del Norte), donde fue designado candidato en tándem con vicepresidente, Joe Biden. Tal como están las cosas, todo voto puede ser decisivo.


Cuentan los latinos con un líder carismático, Julián Castro, de 37 años, católico, licenciado en la prestigiosa universidad de Stanford (California), alcalde de San Antonio (Tejas), que llaman ya el Obama hispano y cuyo hermano gemelo también está en las altas esferas del Partido Demócrata. Otro dato que viene a confirmar la pujanza de esta minoría, el presidente de la convención demócrata que tuvo lugar en Charlotte era también un hispano, el alcalde de Los Ángeles, Antonio Villarreigosa. A dos meses del sufragio, los hispanos,los latinos, pueden sentenciar la elección.


Aún supone un problema mayor para los republicanos en estos comicios el voto femenino ya que, apuntémoslo como dato significativo, la mitad de los 6.000 delegados del Partido Demócrata en la convención eran mujeres, una paridad más que elocuente. Además, el contraste entre la imagen de Michelle Obama, defensora de la emancipación de la mujer, y la de Ann Romney, ama de casa contenta de serlo, acentúa aún más la dicotomía de la sociedad norteamericana en materia de costumbres, nunca estuvo más claro en EEUU el enfrentamiento de dos maneras de concebir el papel de la mujer, papel que se disputa asimismo en esta elección.


Michelle Obama, que confirmó su gran poder mediático en su discurso en la convención de Charlotte, desgranó las convicciones y valores demócratas y, según las crónicas, arremetió contra el aspirante republicano con gran eficacia sin nombrarlo. La primera dama, embutida en un elegante vestido de noche como hemos podido ver por televisión, sedujo a la inmensa audiencia estadounidense en opinión de los medios de comunicación, incluidos los conservadores.


Bill Clinton también terció en la campaña. El expresidente pidió para Obama un segundo mandato con el objeto de concluir las reformas emprendidas en cuanto, por ejemplo, a la deuda pública y a la sanidad porque estas reformas son necesarias entre otras cosas para reparar el daño que sufrió la economía, maltrecha desde el gasto exorbitante de la administración del republicano George W. Bush en armamento.


Ahora bien, los demócratas no han podido vencer a dos peligrosos dragones, el déficit público y la inmensa deuda, que es difícil reducir sin merma de las prestaciones sociales. Prometen dar un tajo al presupuesto de Defensa y aumentar los impuestos a los más ricos, la duda es si será suficiente para equilibrar las cuentas y si los electores van a creérselo. La economía s el quid del debate electoral en el primer país de Occidente.


El balance de los primeros cuatro años de Obama tienen luces y sombras, la crítica más severa es que no haya cerrado el penal de Guantánamo, donde se mantienen presos en condiciones infrahumanas. Las reformas se han quedado a medio hacer aunque los datos macroeconómicos sean razonables: una de cal, se ha enderezado el crecimiento; otra de arena, el paro se acerca al 8,1 % (3 millones de desempleados), porcentaje con el que nunca fue reelegido un candidato del partido en el poder según martillean los republicanos. Otra manzana de la discordia entre ambos partidos es la actitud respecto a la situación económica en Europa, que inquieta a Obama por su posible repercusión en Norteamérica. Tal amenaza le importa un bledo a Mitt Romney sospechoso de tender al repliegue norteamericano siguiendo el viejo lema de 'América para los americanos'.


En su vibrante discurso en Charlotte, el Obama aspirante a ser reelegido insistió en pedir otros cuatro años para situar a los Estados Unidos 'en un lugar mejor', pero advirtió que no va a ser fácil. Con la habitual desenvoltura en su oratoria, aseguró que los problemas del país 'se pueden resolver', prometió concretamente la creación de un millón de empleos y con su extraordinaria facilidad de comunicación dijo con toda naturalidad que al final de cada día en el Despacho Oval piensa que cree haber hecho un buen trabajo, frase destinada a hacer más cercano y más humano su discurso.


El saldo del cuatrienio tuvo sus buenos resultados, señaló Barack Husein Obama. Y los enumeró: había prometido acabar con la guerra de Iraq y así se hizo, una nueva torre se levanta como signo de vuelta a la normalidad de en el solar devastado donde se alzaban las Torres Gemelas en Nueva York - blanco del mayor atentado de todos los tiempos-, Al Qaeda está siendo derrotada, Bin Laden, uno de los peores terroristas, ha muerto.


Duelo pues por la Casa Blanca entre el demócrata Obama y el republicano Romney, que representan dos modelos opuestos de concebir la política. Con la novedad de que en esta oportunidad la comunidad hispana podría inclinar la balanza hacia uno u otro lado. n

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