Opinión

LA HORA DE EGIPTO

E strechamente vigilada por el omnipotente Ejército, se ha celebrado la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Egipto, estadoclave en la llamada Primavera Árabe que tantas esperanzas suscita,aunque la sentencia egipcia antigua que les brindo advierta: 'El hombre no sabe cómo es el día siguiente'.


La votación puso de relieve el gran impulso democratizador que empujaal país y eso que la democracia es una recién llegada a orillas del Nilo pues son las primeras elecciones presidenciales libres de toda la?historia de la nación.


De momento, se espera que en estas dos vueltas los electores decidan el rumbo a seguir quince meses después delderrocamiento del dictador Hosni Mubarak, caída que marcó un antes y un después en la política de esta importante nación del Mediterráneo oriental. Es, pues, la hora de Egipto. Los prolegómenos fueron así: el ex presidente de la República Árabe de Egipto, Hosni Mubarak, tuvo que dimitir el 11 de febrero de 2011 tras medio mes de revueltas callejeras y después de cerca de tres décadas en el poder.


Estos días pasados, Mubarak, de 84 años, enfermo, deprimido y entubado, quiso seguir desde su cama de un hospital de El Cairo, el desarrollo de los últimos comicios por la televisión en contra de la opinión de sus médicos, que le encontraban muy débil. Está previsto que el próximo mes de junio la corte que juzga al exjefe de Estado desde hace más de seis meses pronuncie la sentencia por su presunta implicación en la masacre de manifestantes y por continuados casos de corrupción. 'El Rais', así se le llama como asus antecesores, está en las últimas, apenas le quedan días antes del fallo de los tribunales. Se acerca el fin político del autócrata.


Egipto se encuentra en un momento crítico de una época decisiva de su historia inmediata, en una encrucijada. Debe elegir entre los dos candidatos a la presidencia de la República que quedaron tras el cedazo de la primera vuelta de las elecciones: el islamista Mohamed?Morsi y el laico Ahmed Shafiql, el primero defendido por los Hermanos Musulmanes, el segundo -ex comandante de la fuerzas aérea- por el Ejército.


Ambos representan dos modelos de sociedad difícilmente reconciliables, Morsi promete aplicar la 'Sharia', la ley islámica, Shafiq, último primer ministro de Nubarak, se atiene a las leyes civiles. El veterano Amro Musa, antiguo secretario general de la Liga Árabe, ex ministro de Asuntos Exteriores de Mubarak, y AbdelAbdulfutu, disidente moderado de esta Hermandad, han sido apeados de los comicios. Resumiendo, hay dos bandos en liza, el antiguo régimen y el integrismo, para nosotros desde fuera, Guatemala y Guatepeor o Málaga y Malagón si queremos abreviar.


Egipto ha dado un paso más en su intrincada transición democrática pero todos los problemas siguen al acecho, le están esperando: la Asamblea Constituyente se halla paralizada por el enfrentamiento entre laicos e integristas; se está eligiendo presidente pero no hay Constitución; aún no se ha defibido la separación de poderes entre el presidente y el Parlamento recientemente elegido. Estas elecciones podrían acometer la ardua y variada tarea y sortear estos escollos. Hay mucha tela que cortar.


La presión de la calle, representada por las continuas concentraciones en la famosa plaza Tahrir de El Cairo, una ágora egipcia, convocadas por teléfonos móviles, ha ido guiando las aspiraciones de la sociedad egipcia en los últimos meses en una suerte de democracia asamblearia popular, un espectáculo político y social 'ex novo', nunca visto aquí hasta entonces: parecía hablar el pueblo a diario en las manifestaciones masivas de la inmensa plaza, centro neurálgico y símbolo de la revolución. Todo convergió ahora en un hecho singular, una afluencia sin precedentes a las urnas, prueba del ansia democratizadora.


A pesar del 30% de analfabetos que tuvieron que votar con la huella del dedo índice y elegir los partidos por colores, el pueblo egipcio quiere decidir su futuro y lo demostró con las largas colas para depositar su papeleta bajo un sol de justicia. Todo se desarrolló sin incidente mayor.


Los resultados se conocerán la próxima semana pero ningún partido se alzará con más de 50% del voto, según los medios de?comunicación. Fue un plebiscito que muestra una inesperada madurez y una gran voluntad de cambio, un hartazgo del desprestigiado y corrupto régimen de Mubarak, vamos, una rebelión pacífica de las masas si parafraseamos a un gran pensador español.


Hecho esperanzador y novedoso, los militares, que controlan el 30% de la economía del país, en vez de ceder a tentaciones de salva patrias, han prometido dejar el poder a los civiles elegidos en las urnas tras la segunda vuelta de estas cruciales -nunca mejor dicho-  elecciones presidenciales el 16 y el 17 de junio, en todo caso antes del 1º de julio.  Así lo anunció el mariscal Mohamed Tantataui, jefe de la junta militar, aunque los observadores piensen que las Fuerzas Armadas quedarán como garantes en un segundo plano por lo que pueda pasar.


Otro hecho esperanzador y novedoso fue la participación muy activa de las mujeres en todo este proceso y en un país musulmán que, decididamente, también hace historia en la incorporación femenina a la política.  


Déjenme, si no tienen inconveniente, citar un proverbio árabe que viene como anillo al dedo y que reza: 'Lo pasado ha huido, lo que esperabas está ausente, pero el presente es tuyo'. El presente es, evidentemente, la Primavera Árabe.


Y es que, sea como sea, el Egipto contemporáneo de nuestros días se halla en plena mutación histórica, una empresa ambiciosa que lellevará tiempo.

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