Hay datos más allá de las estadísticas oficiales que demuestran la profundidad de una crisis. Cada país tiene esos parámetros singulares que son más fiables, incluso, que la evolución del PIB porque están basados en la idiosincrasia de su pueblo. Y así es, China está en crisis. No por la bajada de la Bolsa de Shangai, ni porque hayan devaluado el yuan, sino por el declive de la economía de Macao, que ha descendido el 26% en el segundo trimestre del año porque los chinos apenas van allí a dejarse los cuartos en sus innumerables casinos. Ese es el verdadero síntoma de la crisis, porque los chinos, seguidos tradicionalmente de filipinos y españoles, son adictos al juego y prefieren pasar padecimientos a quedarse sin apostar.
