Opinión

Mentiras, grandes mentiras y estadísticas

En una popular reflexión que más tarde utilizaría, entre otros, el propio Winston Churchill, Benjamin Disraeli -político, novelista, amante de la buena vida, y único primer ministro judío de un Gobierno británico- distinguió, a mediados del siglo XIX, tres tipos de mentiras: las mentiras, las grandes mentiras y las estadísticas. El caso es que también hay estadísticas que no mienten, como las últimas que se han publicado en España en relación a la senda del desempleo.


Existen, como se suele decir, cifras para todos los gustos. Y esta es una regla que también se cumple con los últimos datos de paro; incluso dentro del propio equipo de Gobierno, donde las interpretaciones discurren desde el perpetuo optimismo del presidente al siempre moderado, contenido e inconcluso pesimismo del ministro del ramo. Para todos los demás se pueden extraer, en síntesis, tres grandes conclusiones. La primera, y más dramática, nos conduce a pensar que el paro continúa su escalada vertiginosa, incluso en meses como el de mayo, conocido por todo lo contrario: con las nuevas incorporaciones son ya 380.000 las personas que durante el ultimo año han perdido su empleo; algo más de un millar diario.


La segunda, esperada y prevista, que el problema se localiza fundamentalmente en el sector de la construcción y muy especialmente en el segmento de la construcción residencial. Y la tercera, que -lamentablemente- no sólo se localiza en la construcción.


El sector industrial, llamado a tomar el relevo del ladrillo -y a mantener siquiera en parte- el dinamismo del mercado de trabajo, lejos de crear empleo lo destruye. Y lo hace con cierta intensidad y virulencia, con lo que ello implica para el plan renove de nuestra economía. Se debilita el consumo familiar, se contrae la producción industrial y se dispara el cierre de empresas y, con ello, la inseguridad que entraña el futuro laboral. La ciudadanía, que lo percibe, responde a través de las encuestas, situando el paro en el primer lugar de los problemas nacionales y con un índice de confianza del consumidor en mínimos históricos desde que el Instituto de Crédito Oficial (ICO) iniciase la elaboración de este registro.


Entretanto, se sortea cualquier referencia expresa a una posible crisis. Como si evitar pronunciarla fuera la mejor de las medidas de un paquete que no llega.



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