Opinión

De lo que no hay que pedir perdón

El presidente de la Xunta de Galicia ha pedido disculpas a los ciudadanos polo teatro de determinados políticos, en alusión al tira y afloja del que los medios de comunicación se están haciendo eco los últimos días entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en el marco de las conversaciones y encuentros (o desencuentros) entre sus respectivos partidos para lograr un pacto de investidura o de gobierno. O quizás como preludio de la ruptura total, si no hay sintonía.

Se siente Feijoo compungido como miembro de un partido, y en tal condición nos pide perdón a todos porque, dice, con ese episodio entre ambos líderes queda desacreditada toda la clase política ante los ciudadanos. Quizás así, mostrándose ante el respetable con la cabeza gacha y el pecho descubierto, se consuele, se sienta bien consigo mismo, ante tamaño sainete indigno de la buena política, como es que los líderes de dos de los tres principales grupos parlamentarios hablen entre ellos en tiempo de negociaciones para formar gobierno. ¡Cómo se les ocurre! ¡Qué deben de pensar los electores al comprobar que los líderes de PSOE y Podemos hablan entre ellos, negocian, o al menos no descartan esa posibilidad, establecen prioridades, marcan límites, liman asperezas, no se imponen vetos, o si lo hacen lo dicen, aunque al final no puedan alcanzar un acuerdo fructífero! Seguro que piensan de ellos que denigran la clase política por algo tan, pero tan grave como es… hablar. Esta parece ser al menos la idea que tiene el señor Núñez Feijoo.

Y sin embargo, ¿no se pedirán disculpas también por haber negado a siete millones de votantes (los que tuvo el PP) la posibilidad de que su líder aceptase el ofrecimiento que le hizo el Jefe del Estado para someterse a la sesión de investidura? ¿No es ciertamente bochornoso declinar una invitación, siendo la fuerza más votada, porque su líder visible se siente ya de entrada derrotado, como el general que abandona a sus tropas en el campo de batalla al comprobar, oteando el horizonte, que el enemigo le supera con creces en número de soldados y artillería? ¿No merecían esos votantes algo más que un presidente que se autoexcluye de la posibilidad de convencer a otros de las bondades de repetir mandato? Lo fácil es ir sobre seguro, con 200 diputados que a uno le hagan la ola cuando suba a la tribuna para hablar del programa de gobierno que ya sabe que va a ser aprobado.

Pero lo difícil es tratar de captar apoyos, ceder pretensiones allí donde se pueden ceder, buscar puntos de encuentro y conciliar posturas que antes parecían irreconciliables, siempre que con ello no se traicionen los principios e ideales que uno tiene como referente. Y si al final no se ha podido alcanzar ese acuerdo, que nadie diga que fue por no haberlo intentado. De eso no hay que pedir disculpas, y sí en cambio de acobardarse de entrada ante la tesitura de salir derrotado de una sesión de investidura.

Cada uno pide perdón por lo que le da la real gana. A nuestro presidente parece que le da noxo que PSOE y Podemos dialoguen. Puro sainete, según él. Y sin embargo, nada que objetar a ir ofreciendo vicepresidencias de gobierno a diestro y siniestro, como ha hecho el PP; lo que sea con tal de repetir otros cuatro años de gobierno. De eso no se ha de pedir perdón. Ni de eso, ni de otras cosas mucho más graves que asolan a esta formación en los últimos días. Pues debe de ser normal que unos tipos vestidos de policía, dos años después de que ya lo hicieran a instancias del juez Ruz, entren de nuevo en la sede de PP/Génova en busca de pruebas contables de corrupción. Eso es lo normal. Eso pasa en todos los países. Hasta en los más civilizados. Y a nadie se le ocurre pedir perdón.

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