Opinión

¿En todo esto hay algo bueno?

A todo hay que buscarle el lado positivo; verán que cualquier drama tiene su retazo de comedia. En el teatro, del rey desconsolado se mofa su bufón, y es sabio el refranero cuando sentencia que “no hay mal que por bien no venga”. Es verdad, lo saben todos, que ya tenemos el virus del ébola en España; ya nos hemos tragado ese bicho asqueroso que creíamos incapaz de viajar desde ese, para muchos, apestoso mundo lleno de negros sucios y enfermos, peligrosos transmisores de enfermedades mortales, creadoras éstas de pandemias que se ceban sobre esa mísera población pobre, como plagas bíblicas que son la expresión de la ira del Hacedor. ¿Cómo íbamos a imaginar que esas ratas con alas llamadas murciélagos provocarían tal desastre, y que su aleteo ciego convulsionaría los pilares de las bolsas mundiales, hundiendo la cotización de multinacionales del turismo y de la navegación aérea? Su vuelo es el nuevo efecto mariposa; el virus pasó de ellos a los humanos que habitaban el África más pobre, y creímos desde hace años que se quedaría entre ellos para siempre.“Esto no es como el sida, que ya sabemos que nos atizó de lo lindo por el vicio y la sodomía de drogatas y maricas y, ¡claro!, al final pagamos justos por pecadores. Con el ébola no pasará eso”, debieron pensar los hombres rectos del primer mundo; mientras se quede el bicho en el continente negro, ¿para qué rompernos los cuernos en investigar su cura? ¡Oh, sí!, allí están algunos de los nuestros, los misioneros y los de las onegés, pero eso va con el cargo, ¿no creen? ¡Quién les mandará! Y resulta que cuando uno de esos inconscientes contrae el ébola en ese culo del mundo, cuando hacemos un acto misericordioso y lo repatriamos, algunos nos miraron con recelo, pese a que les aseguramos que tranquilo, colega, todo está controlado; y solo por una puñetera mala suerte, por una enfermera que, por saltarse las normas básicas de seguridad (me juego el puesto, Mariano, a que esta tía no asistió al curso a distancia de prevención del contagio del ébola, y no nos dice la verdad), va y se contamina, la cagamos al final. ¡Justo ahora, maldita sea! Sí, ahora que éramos de nuevo el ombligo de la tierra, el milagro español a los ojos de los vecinos de aquí y allá, resulta que introducimos este bicho en el primer mundo. ¡Si sé esto me planteo muy mucho traerme al cura para acá!

Pero decía al principio que de toda desgracia se extrae dulce consuelo. Y así, el que ahora España esté en boca de todos y sujeta a férreo control internacional es bueno porque copamos las portadas de los principales periódicos mundiales. Protagonistas de primer orden. También la crisis del ébola ha sacado a la luz que nuestro sistema público sanitario, ese del que los gestores cínicos presumen cuando pasa algo grave, y sin embargo van desmantelando y haciendo añicos día a día bajo la excusa de la criminal austeridad, padece graves carencias constatadas a la luz del contagio de la enfermera Teresa, pese a las reiteradas denuncias por parte de quienes trabajan a diario en la sanidad pública. Y esto es bueno para que estos mangantes se den cuenta de que hay cosas que, sencillamente, no se pueden recortar. 

Y, claro, esta crisis nos deja el consuelo de dejar probada (si no lo sabíamos ya) la ineptitud, incompetencia, desfachatez y desvergüenza de una ministra de sanidad, Mato, que en su día ya tuvo la caradura de seguir en su puesto pese a estar cubierta de lodo hasta las cejas en el caso Gürtel, y que ahora aún tiene el cuajo de defender su gestión impoluta. Oiga ministra, déjelo ya, y llévese consigo al infame consejero de sanidad madrileño, ese que llamó mentirosa a la enferma en riesgo vital. Piérdanse los dos lejos, pero lejos también de África Occidental. Non vaia ser o demo.

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