Aires d’a miña Terra, la gran obra del poeta celanovés Curros Enríquez, volverá esta primavera a las librerías de la mano de la Diputación de Ourense y la Fundación Curros Enríquez. 144 años después los poemas “A Igrexa Fría”, “Mirando ó chau” o “Pelegrinos a Roma” -que le valieron una denuncia y ser excomulgado por la Iglesia ourensana-, se reencontrarán con los lectores en una edición facsimilar de la tercera edición, corregida y aumentada.
El poemario, del que se publicaron tres ediciones en seis años siendo además traducido al castellano en 1892, es una de las referencias de una extensa obra poética que ha convertido a Curros Enríquez en una de las voces fundamentales de la literatura gallega hasta ser considerado, junto con Rosalía de Castro y Eduardo Pondal, una figura clave del Rexurdimento gallego.
Esta será una de las novedades de 2024, año en el que se conmemora el 20 aniversario de la Fundación Curros Enríquez y el 120 aniversario de su coronación como Poeta Nacional, en un acto celebrado en 1904 en A Coruña.
Asimismo, desde la fundación celanovesa tienen previsto llevar a cabo una actualización tanto del edificio familiar, la conocida como Casa dos Poetas; así como de la musealización del mismo, donde se puede hacer una aproximación a su vida y obra. Pero, ¿quién fue realmente Curros Enríquez?
Ourense-Madrid-Cuba
Manuel Curros Enríquez nació un 15 de septiembre de 1851 en el número 37 de la calle Arriba, a la que años más tarde se le puso su nombre y que dejó con apenas 15 años con destino a Madrid. En la capital cursó el bachillerato y empezó a estudiar Derecho, si bien su carrera profesional quedaría ligada al periodismo, ejerciendo de corresponsal en la Tercera Guerra Carlista en el País Vasco.
Casado con Modesta Vázquez, con quien tuvo cinco hijos, pasó gran parte de su vida a caballo entre Madrid y Ourense hasta que, en 1894, embarcó rumbo a Cuba. En la emigración, emergió el Curros periodista, forjando una dilatada trayectoria en medios locales y otros que él mismo fundó como “La Tierra Gallega”.
Su relación con la emigración gallega en la isla vivió altos y bajos, pero fue uno de los promotores de la Asociación Iniciadora y Protectora de la Academia, germen de la creación de la futura Real Academia Galega de la que fue nombrado miembro de honor. Falleció en La Habana el 7 de marzo de 1908 y, la ciudad de A Coruña, que tan bien lo acogió en vida y que este recordó en más de una composición, reclamó sus restos que hoy permanecen en el cementerio de San Amaro. En 1967, la Real Academia Galega le dedica el Día das Letras Galegas y, en la actualidad, su nombre y legado abandera cuatro centros educativos en toda Galicia y más de medio centenar de espacios públicos.
