TRADICIÓN

Celanova recupera su farol

Celanova. 12-07-16. Provincia. Obradoiro de farorillos tradicionais no claustro do mosteiro de Celanova.
Foto: Xesús Fariñas
photo_camera Una veintena de niñas y niños de diferentes edades y tres monitores trabajan desde hace una semana en la elaboración de faroles.

Primero fueron los vecinos, ahora un taller del concello: la fiesta de la Ramallosa (en agosto) volverá a contar con miles de farolillos hechos por la gente del pueblo, una costumbre que corría riesgo de perderse.

Cuánto tiempo tarda una costumbre en asentarse como tradición? Probablemente la procesión de faroles de la Ramallosa -el primer sábado de agosto en Celanova- no habrá cumplido cien años, pero ya es una tradición. Y de esa tradición forman parte, desde hace quizá menos de cincuenta años, unos faroles hechos con papel de cebolla y alambre. Esos faroles, modestos, ligeros, propensos a arder; faroles de un solo color, color sin brillo, descarnados, fueron asumidos hace ya ni se sabe cuánto como los faroles 'tradicionales'. Un mal año, simplemente desaparecieron. Y la gente empezó a echarlos de menos.

Sucedió que aquellos faroles tenían un origen y una industria muy concretas. Eran elaborados cada verano por las niñas y niños que acudían al campamento en la playa organizado por el club Solpor: el 'Cámping del cura', como se conoció popularmente. De regreso, el mismo bus que llevaba a los críos, devolvía críos y cajas de faroles la víspera de la fiesta. Cancelado el campamento, adiós a los faroles.

En el concello echaron mano del teléfono y encargaron cajas de faroles a una empresa en el Levante. Faroles chinos, de formas y colores opulentos, incómodos para colgar en los ramos y, encima, remisos a quemarse. No gustaron.

La iniciativa

La iniciativa para recuperar los viejos faroles la tomó un grupo de vecinas que fueran primero niñas y más tarde monitoras del cámping, vecinas de la Calle Abaixo, donde la fiesta es un asunto de familia. Fue el año pasado, y este verano la concejala de Fiestas, Ana Fernández, ella también niña del 'cámping', pensó que la cosa compete a todo el pueblo.

Son 100 metros de alambre y 90 de papel, otros 100 metros de tubo de plástico y unos 10 kilos de cola, además de las cartulinas (ya recortadas en círculos), lo que se precisa para fabricar 3.000 faroles. Tres mil faroles parecen muchos, pero son sólo la quinta parte de los que adquiría los últimos años el ayuntamiento. Son muchos para la veintena de críos y los tres monitores (concejala incluida) que trabajan dos días a la semana y necesitan al menos cuatro para producir los ejemplares. Corte, pegado y secado exigen reposo. El método es el mismo que se seguía junto a la playa, pero ha cambiado el molde. El hojalatero (de la Calle Abaixo) ha hecho gratis los diez. Las velas son más anchas y más cortas. Es la única novedad. Cualquier día empezarán el museo de la Ramallosa por los moldes antiguos y, por ejemplo, una 'verza', otro icono que un día será tradición. 

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