Francisco Estévez: "En el camino se come muy bien, pero es una pena que haya iglesias cerradas”

El joven Francisco Estévez ha aprovechado sus vacaciones estivales en Celanova para debutar en las peregrinaciones a Compostela.  Una experiencia vital en la que ha recorrido los 142 kilómetros a través del Camino de San Rosendo y de la Vía de la Plata.

¿Qué ha supuesto?

Fue una experiencia muy bonita con los amigos, porque nosotros vivimos en Santiago y llegar caminando es muy bonito. También la gente que conoces, que en otra situación no coincidirías y aquí compartes historias y vivencias; y la comida, en el camino se come muy bien. 

¿Qué le llevó a hacer el camino?

Llevo queriendo hacerlo hace tiempo, lo planeamos para el año pasado, no pudo ser por el coronavirus pero sí que hicimos la última etapa del Camino Francés y me encantó. Así que este año nos lanzamos Vanesa, Lucía, David, Marina y yo.

¿Por qué escogió el ramal de San Rosendo?

Yo soy de Celanova y qué mejor que esta Praza Maior para empezar. Me informé y descargué los mapas. No está señalizado con las vieiras y las flechas amarillas, pero no te pierdes. Además, hice la variante del camino natural y esa bajada por el Arnoia es espectacular, por no hablar de la salida con el monasterio de fondo…

¿Cómo fue llegar a Santiago de Compostela?

Yo vivo en Santiago y me encanta salir a pasear, así que la catedral la tengo muy vista. Pero no es lo mismo caminar tantos kilómetros para llegar hasta allí. Cuando pisé el Obradoiro fue ¡por fin!. Es una sensación que solo los peregrinos lo entienden. Ya estamos pensando en el año que viene, toca el Camiño Portugués.

¿Qué anécdotas se lleva?

Uf, ¡muchas! Desde las vivencias en los albergues hasta que me harté a comer uvas y de los árboles frutales. También la París de Noia nos acompañó en las tres últimas etapas, tocando en Lalín, Outeiro y Sigüeiro.

¿Y alguna pega?

No soy creyente activo, pero me encanta la arquitectura religiosa. Es una pena que las iglesias no tengan la puerta abierta. No cuesta nada poner una reja, que muchas iglesias ya las tienen, y dejarla abierta para poder ver su interior.

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