Los intrépidos ourensanos

Durante todos estos años que llevo haciendo montaña me han sucedido muchas cosas, y desde que trabajo como guía he acompañado a personas de todo tipo y de muchas nacionalidades distintas, pero por muchas experiencias que uno haya vivido, siempre hay algo especial que uno nunca ha hecho, y ese algo era ir a la montaña con gente de mi tierra. Y realmente ha merecido la pena esperar tanto tiempo, ¡porque hay que ver qué tipos tan especiales que he conocido!
Resulta que un buen día de julio recibo una llamada de un ourensano pidiéndome que sea su guía para hacer el Piz Bernina, una de las montañas de 4.000 metros más aisladas y más bonitas de los Alpes. Hasta aquí nada de extraño. Le explico que yo soy guía de media montaña y no de alta montaña, con lo cual no puedo ser su guía, que hago alpinismo en mi tiempo libre con mis amigos y por placer, pero que de todas maneras le puedo organizar la subida con algún amigo mío guía de alta montaña y que si quiere le puedo acompañar. Explicado todo esto las cosas empiezan a ponerse interesantes cuando esta persona me dice que tanto él como su compañero no se han puesto unos crampones en su vida, que no han puesto jamás pie en un glaciar caminando. Logro convencerles de que el Piz Bernina no es la montaña ideal para empezar su experiencia alpinística en los Alpes, pero cuál es mi sorpresa cuando de repente cambian de idea y ¡me dicen que quieren hacer el Mont Blanc! Les vuelvo a explicar que tampoco me parece la montaña ideal para empezar y que es mejor empezar con una de las más fáciles, por ejemplo en el Macizo del Monte Rosa, y luego poco a poco ir haciendo cosas más difíciles. Como buenos gallegos cabezones (lo digo con cariño porque yo soy el primero), aceptan a regañadientes pero me dicen que ya hablaremos cuando nos veamos en Chamonix. Llegamos a un acuerdo en todos los sentidos, y así es como un buen día de julio del 2012 me veo cenando con dos ourensanos en Chamonix. ¡Quién me lo iba a decir después de tantos años!
Los personajes en cuestión son Oscar Outeiriño y Carlos Barbosa, ambos pilares esenciales del periódico en el cual será publicado este artículo, y lo más importante, extraordinarias personas.
Durante esta primera cena me encuentro con dos personas entusiastas y totalmente diferentes en todos los sentidos. Una muy calmada y tranquila como Carlos, al que le parece muy bien la idea de hacer primero una montaña fácil y luego ver como van las cosas, y otra inquieta y totalmente incontrolable como Oscar, que sigue queriendo subir al Mont Blanc, ¡aunque sea en helicóptero! Me cuentan su experiencia en la montaña y como están preparados físicamente y pienso, ¡madre mía lo que van a sufrir!
Nos vemos a la mañana siguiente para hacer un primer día de aclimatación y caminar unas 4-5 horitas, y la cosa se pone todavía más interesante cuando por la noche me dicen que después de esa caminata están un poco cansados…. Y por fin llega el gran día, el día en el cual nuestros intrépidos ourensanos van a subir su primer 4.000 de los Alpes. La cima en cuestión es la Punta Giordani 4.046m, una de las más, sino la más fácil de los Alpes. Después de recoger a mi amigo y gran guía Ezio Marlier nos encaminamos hacia el valle de Gressoney en la región italiana de Val d’Aosta, desde donde partimos con el teleférico hasta llegar a una altura de 3.260 metros. Y una vez fuera del teleférico ¡empieza el espectáculo! Primeros pasos sobre un glaciar, crampones, piolet, dificultad al respirar por la disminución de oxígeno. ¡Todo un poema! Pero nuestros intrépidos ourensanos no arrojan la toalla y tras tres horas y media llegamos a la cima de la Punta Giordani a 4.046 metros. Cansados pero contentos de la experiencia vivida, la idea de subir al Mont Blanc se borra inmediatamente de sus cabezas, ¡incluso de la de Oscar!, aunque no les quita las ganas de cantar y bailar en la cima. Visto el estado físico de nuestros intrépidos protagonistas, decidimos bajar a dormir al valle en vez de dormir en el refugio, y decidimos también hacer el Mont Blanc de Tacul al día siguiente, en vez de otra cima en el Macizo del Monte Rosa, como paso sucesivo de una posible y futura cima del Mont Blanc. Dicho y hecho, la elección de ir a dormir al valle es acertada ya que Oscar y Carlos se levantan con fuerzas renovadas y dispuestos a afrontar este nuevo reto. La subida es todo un éxito, y aunque hay momentos de tensión y miedo, nuestros intrépidos ourensanos están en la cima del Mont Blanc de Tacul 4.248m después de 4 horas. Siento voces y veo piernas que tiemblan por el miedo y la tensión pasadas, pero veo satisfacción en sus ojos. Buena señal. La bajada al glaciar es rápida, y la última subida para coger el teleférico de la Aiguille du Midi es dramáticamente lenta y fatigosa, pero al final llegamos sanos, salvos y felices.
Experiencias como éstas me hacen amar cada día más la montaña. Tres días antes no conocía de nada a Oscar y a Carlos, y tras tres días caminando, sudando, fatigando y compartiendo miedos e incertidumbres, un lazo invisible nos unirá para siempre aunque no nos veamos más, y cuando miren a alguna montaña siempre se acordarán de las emociones vividas durante esos tres días. Han sido tres días que les han cambiado su manera de ver la montaña, tres días en los cuales han vivido experiencias nunca antes vividas y que seguramente les han hecho descubrir y aprender cosas de ellos mismos, y para mí un gran regalo porque he tenido el privilegio de compartir por primera vez mi gran pasión con gente de mi tierra. Buena gente, cercana, humana, humilde… aunque todo hay que decirlo, intrépida y un poco cabezona…
Un millón de gracias Oscar y Carlos por haberme llamado, por haber venido a visitarme, por haber confiado en mí y por haber querido vivir esta experiencia hasta el final, afrontando vuestros miedos e inseguridades. Gracias en definitiva por ser intrépidos y a la vez tan extraordinarios.

(*) Ismael Fabián Santos Rodríguez nació en Ourense en 1972. A los 13 años se fue a Madrid para jugar en las categorías inferiores del Real Madrid de baloncesto, debutando como profesional en 1989. Jugó además en Guadalajara, Benetton Treviso y Dafni Atenas y en la selección española. Después de su retirada en 2003 se metió en el mundo de la montaña, creando su propia empresa y convirtiéndose en guía en 2009.

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