La clásica de San Martiño volvió a echar a las calles a miles de deportistas populares

Un símbolo de Ourense

Los participantes atraviesan el puente romano durante la 32 edición de la popular ourensana. (Foto: José Paz)
55 atletas. 55 pioneros que recorrieron aquel 12 de noviembre de 1977 los 5.400 metros de los que constaba una prueba que a José Mosquera le llevó 20 minutos y 37 segundos recorrer.
De lo que rodea a la prueba, del escaparate, poco o casi nada permanece inalterable. Del fondo y el objetivo poco ha cambiado. Porque sólo los profesionales recordarán mañana el nombre de los ganadores absolutos. Para el resto quedará en el recuerdo lo de cada año, la serpiente multicolor que atravesó la ciudad, las caras conocidas que iban en medio del pelotón, las fotos del día siguiente de familiares y amigos que salieron en los medios, las agujetas de los valientes que ayudaron a hacer un poco más grande la prueba y sobre todo el sentimiento de orgullo de saber que en Ourense también se disputan pruebas de renombre y repercusión fuera de la provincia.

‘O ano que ven eu tamén vou’. La intención de muchos se quedará, con el paso de los meses, simplemente en la constancia de unos pocos, pero lo cierto es que cada año son más los que ayudan a convertir en símbolo de la ciudad una carrera de apellido San Martiño pero de nombre, y con mayúsculas, popular.

La salida en el puente del milenio, el paso por la calle Progreso, el casco histórico, el Paseo o el puente romano son ya metas volantes obligatorias en un recorrido que sigue manteniendo la idea inicial de atravesar los barrios más significativos.

Un oasis

En años de imperdonable e injustificable ausencia de deporte de elite en la tercera ciudad de Galicia, acontecimientos como la San Martiño o como el Rally de Ourense ayudan a remendar el destrozo.

La leyenda asegura que San Martín le dio la mitad de su capa a un mendigo que estaba tiritando de frío a las puertas de la ciudad de Amiens. Como si del patrón de Ourense se tratase, la carrera popular ayuda, en tiempos de escasez, a olvidar la carestía con la que convive cada fin de semana una ciudad acostumbrada durante muchos años a citas inexcusables tanto en Os Remedios como en O Couto o en el Paco Paz.

Lástima que al menos por ahora lo de la San Martiño sea sólo un oasis en el desierto.


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