Sueños de Olimpia

Ferrándiz, o el origen de la leyenda blanca

El legendario entrenador Pedro Ferrándiz, aclamado por sus jugadores tras un triunfo.
photo_camera El legendario entrenador Pedro Ferrándiz, aclamado por sus jugadores tras un triunfo.

La semana pasada falleció Pedro Ferrándiz. Legendario entrenador de baloncesto del Real Madrid, imprescindible figura del deporte español. Méritos siempre por debajo de su genio y personalidad.

Nació en Alicante, en 1928. Hijo de la guerra civil, en la pensión de su madre cayó la última bomba lanzada sobre la ciudad.

En la posguerra trabajó de recadero o mecanógrafo, hasta que el baloncesto cambió su vida para siempre. Pronto se encaminó a los banquillos. Sacó el título de entrenador por correspondencia, hizo tercero de España al equipo de su ciudad y marchó a Madrid, con un préstamo que nunca devolvió y una ambición indomable.

El célebre directivo Raimundo Saporta le ofreció el filial madridista -Hesperia- en 1957. Ascendió al primer equipo dos años después. No fue antes, porque se negó a sustituir al cesado Ignacio Pinedo, su amigo y mentor (comparen la misma situación entre Chus Mateo y Pablo Laso).

Tomó el mando en 1959. Y todo cambió. Revolucionó la sección del Real Madrid, el baloncesto español y también el europeo. Ganó 12 ligas, 11 Copas y 4 Copas de Europa, de 7 finales disputadas. Enlazó 88 partidos seguidos sin perder.

Marcó los cimientos del espíritu ganador madridista y una clara diferencia entre la relación con el jugador dentro y fuera de la cancha. Implacable en el trabajo, jovial en la vida.

Fue un filón para las pocas cámaras de entonces. Maná para los periodistas, con quienes las tuvo gordas y despidió con una carta, titulada "Adiós, pirañas".

Dejó el club "porque me salían los títulos por las orejas" para dedicarse a obras mayores. Su Fundación de baloncesto y "dejar de ser un pésimo jugador de golf". Esto último fue lo único que nunca logró.

Cómo cruzar el charco y fichar, sin saber inglés

Pedro Ferrándiz siempre estuvo por delante de su tiempo. Revolucionó los puestos en la pista y el estilo de juego. También provocó numerosos cambios en las normas y los hábitos de fichajes.

Fue el primer técnico español en cruzar el Atlántico -sin saber inglés- para fichar los centímetros que no disponía en Europa.

Nada le intimidaba y siempre se buscaba la vida. En 1959 trajo a Travis Montgomery de California. En 1961 robó a Wayne Hightower a los Harlem Globetrotters. Su presidente, Abe Saperstein, escribió a Bernabéu para quejarse y 'recomendó' al menudo técnico no volver.

Menudo era Ferrándiz. Regresó al año siguiente para convencer a los Knicks de Nueva York de la cesión de Clifford Luyk y Robert Burgess. También se adelantó a los Sixers de Filadelfia y a los Braves de Búfalo para fichar a Wayne Brabender y Walter Szczerbiak. Todos fueron estrellas que hicieron grande al Real Madrid.

Dejó el banquillo en 1975, si bien continuó en la entidad de directivo. Se marchó en 1996, dejando al club Campeón de la Euroliga. Creó una asociación mundial de entrenadores (1973) cuando ni siquiera existía la nacional.

Pero su obra magna fue la Fundación que lleva su nombre, dedicada al estudio y difusión del baloncesto. Su sede está en Alcobendas desde 1991, donde alberga la mayor biblioteca de baloncesto del mundo.

Esta contribución fue decisiva para ser incluido en el Salón de la Fama de la NBA y de la FIBA. La mayores distinciones posibles.

El director de cine Luis Buñuel afirmó que era ateo "gracias a Dios". Ferrándiz añadió "No creo en Dios pero, evidentemente existe". Dos personajes geniales, irreverentes y adelantados a su tiempo.

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