Clima de acuerdos sociales, pero no políticos

Yolanda Díaz, titular del Ministerio de Trabajo.
photo_camera Yolanda Díaz, titular del Ministerio de Trabajo.
El distanciamiento, que no divorcio, entre la derecha económica y política da lugar a que el Gobierno alcance acuerdos sociales con patronales y sindicatos, pero no con el principal partido de la Oposición.

La reforma laboral que han pactado el Gobierno del PSOE y Unidas Podemos, las patronales CEOE y Cepyme y los sindicatos UGT y CC OO no le gusta al PP, el primer partido de la Oposición, lo que supone una muestra más del distanciamiento, que no divorcio, entre la derecha económica que representa la patronal y la derecha política de este país.

Es más, en los últimos doce meses también se acordaron tres prórrogas de los ERTE, un avance de la reforma de las pensiones y las leyes del teletrabajo y de los reguladores. Por si fuese poco ahí queda también la subida del salario mínimo interprofesional.

Queda ahora una segunda parte de la reforma laboral que puede darle al PP la oportunidad de reconducirse y, lo que sería aún mejor, queda por delante un debate parlamentario donde sería más fácil tender la mano. Pero si la estrategia de Pablo Casado es decirle que no a todo lo que haga el socialista Pedro Sánchez puede ser que no haya ningún tipo de acuerdo. Él verá que hace en su inmensa soledad política.

Pero el principal problema del PP no va a ser situarse al margen de la reforma laboral, sino repetir esa audaz jugada con la reforma de las pensiones. Algo así serían palabras mayores, ya que un partido alternativa de Gobierno no debe dar la espalda a un gran consenso que se supone que aspira a gestionar algún día.

No es lo mismo hacer una reforma laboral, con o sin consenso, que llevar a cabo una reforma de las pensiones, dada la profundidad y recorrido que tiene una medida así.

A fin de cuentas, de todos es sabido que la Unión Europea exigirá a España profundizar en la reforma laboral y de pensiones para que puedan canalizarse las ayudas y préstamos que se planificaron en Bruselas para paliar las consecuencias sociales y económicas de la pandemia. También se le exige a España iniciar la consolidación fiscal tan pronto como la economía lo permita –léase gastar menos e ingresar más–, con lo cual la reordenación de impuestos podría acarrear un aumento de los tipos del IVA.

Un toque de atención de Bruselas a Pedro Sánchez ya llegó en la recta final de negociación del plan de reformas que España debía remitirle UE a cambio de los 140.000 millones de ayudas europeas para reflotar su economía. El que dio la cara en ese caso fue el vicepresidente económico de la Comisión Europea, el conservador Valdis Dombrovskis, que pidió al Gobierno de coalición una reforma laboral “integral y ambiciosa” para corregir el alto nivel de paro juvenil y la precariedad en el mercado de trabajo. No sería esa una mala línea a seguir por Pablo Casado, en vez de tanto empecinamiento.

En todo este tiempo en España no se trabajó en esa línea, sino más bien en la contraria, por lo que los ajustes se producirán probablemente de golpe. Ni siquiera se hizo pedagogía, otra posible buena salida para hacer política en el caso de Pablo Casado.

Al otro lado emerge Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda del Gobierno, ministra de Trabajo y líder del espacio político que conforman Podemos y Esquerda Unida, entre otros grupos a la izquierda del PSOE. Su pragmatismo contrasta con las erráticas posiciones de Pablo Casado, que a este paso podría defraudar las posiciones de la derecha económica. Sus palabras en las que no solo rechaza la reforma laboral, sino que anuncia que recuperará la reforma de Mariano Rajoy, suenan cuando menos extemporáneas.

@J_L_Gomez

Yolanda Díaz, al alza

La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo no es la única artífice de los numerosos e importantes acuerdos alcanzados en España en materia laboral y social. Pero sin ser la única, lo parece, señal de que es hábil y sabe hacer política con mayúsculas. Sus detractores se dedican a lanzar chascarrillos sobre sus vistosos y elegantes vestidos, una señal más que evidente de sus escasos argumentos para cuestionarla políticamente. Y, visto lo visto, lo que le queda.

El PP, a la baja

Los partidos son pilares esenciales de la democracia, según marca la Constitución. Los grandes son, a su vez, los que garantizan la alternancia en el poder. Pero además de estas nobles y sobresalientes funciones tienen otras, más domésticas. Una de ellas es la defensa de los intereses generales del Estado, dentro y fuera de España. Otra, un cierto papel de lobbie en defensa de los intereses de sus bases y entornos. Tal vez al PP le conviene reflexionar sobre su papel en todos esos frentes.

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