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Leche, viaje sin rumbo

photo_camera Ganaderos alemanes, en su protesta en demanda de un precio justo para la leche.

Las medidas aplicadas contra la crisis no han sido baratas, pero han sido totalmente ineficaces

La leche ha constituido uno de los problemas de mayor envergadura que ha sufrido el sector agrario en el último año y, a la vez, uno de los motivos de mayor preocupación de las diferentes Administraciones, tanto comunitarias como la española. Por el contrario, se puede decir que las Comunidades autónomas han tratado de pasar de rositas sobre el sector esperando que las soluciones para sus ganaderos vinieran solamente de fuera o con el tiempo quo do lo cura.

Hoy, al cabo de todo este periodo de crisis, la leche, no solamente se mantiene como uno de los problemas más graves a los que se ha enfrentado Bruselas en los últimos tiempos, excepción hecha de las vacas locas hace más una década, el E, coli y el veto ruso, sino, lo más grave, es que no hay una idea clara para dar una salida al mismo, con propuestas a bandazos, con los diferentes Estados divididos, cada cual buscando sus intereses de futuro y con los excedentes tirando permanentemente los precios, más aún en otros países comunitarios que en España.

La supresión de las cuotas desde abril de 2015 suponía cambio de modelo del sector de la leche. Bruselas y sus grandes equipos técnicos, se rompieron la cabeza haciendo previsiones sobre el futuro comportamiento del sector. No acertaron en lo que podría suceder, fallo que justificaron por los efectos del veto ruso o por la recesión en la demanda mundial. Pero, lo más grave, es que tampoco están dando con la tecla ahora para buscar una salida, con propuestas vagas y en ocasiones sin sentido, a pesar de poner sobre la mesa cientos de millones que probablemente habría tenido un mayor impacto dedicando los mismos desde un principio a una mejora o a una recuperación de los mecanismos para la regulación de los mercados.

A pesar de la reducción de los precios en España y más aún en el resto de los países comunitarios donde actualmente el precio medio apenas si supera los 0,27 euros, un 11% menos que el habido en el mismo periodo un año antes, la realidad es que en el conjunto de la Unión Europea, los ganaderos han seguido produciendo más leche que en tiempos de cuotas esperando que ese incremento de la oferta pudiera ser absorbido por los mercados mundiales. Los mayores incrementos de la producción se han dado en los países del norte de la Unión Europea. España tampoco ha quedado a la zaga al pasar de unas producciones medias de 6,5 millones de toneladas a los siete millones de toneladas, aunque siga lejos de las necesidades de su demanda. Bruselas puso en marcha inicialmente medidas para apoyar las ventas de leche y derivados en terceros países de las producciones excedentarias. Las ventas, según los datos manejados por Bruselas han funcionado con un incremento en las mismas del 1,3%, muy especialmente hacia los países asiáticos y concretamente a China. Sin embargo, esas salidas no han sido suficientes y, por una mayor competitividad en costes, el mercado español se ha visto inundado de quesos blandos baratos, a menos de dos euros el kilo, que han elaborado las industrias excedentarias de otros países comunitarios.

Junto a esos mayores fondos para apoyar indirectamente las exportaciones a terceros países, en esa búsqueda de una salida, Bruselas ha hecho ampliaciones sucesivas de los volúmenes para la entrega de leche en polvo y mantequilla, duplicando las cantidades hasta 218.000 toneladas de leche en polvo que se quieren ampliar ahora a 350.000 y 100.000 toneladas de mantequilla. Bruselas amplió las cantidades a retirar, pero no incrementó los precios de compra, por lo que el mercado de intervención ha funcionado pero no ha tenido los efectos que habrían sido necesarios y deseables para los precios en origen a la hora de comprar toda esa leche excedentaria.

Tirando de fondos, Bruselas puso en los últimos meses sobre la mesa un volumen de 525 millones de euros para compensar directamente a los ganaderos por los bajos precios percibidos, cantidad de la que 25 millones fueron para España, cifra a la que la Administración central añadió otros20 millones para pagar preferentemente a las explotaciones que hubieran vendido su leche a los precios más bajos. Esta medida fue bien recibida por el sector, pero existía ya el convencimiento de que la misma tampoco iba a servir para nada si el objetivo era cambiar las condiciones de los mercados, al margen de compensar a los ganaderos.

Con la crisis y, sobre todo, con la falta de ver una salida a la misma, en los últimos meses Bruselas planteaba como el mejor instrumento, la posibilidad de que los países miembros llevaran a cabo de forma voluntaria un ajuste en sus producciones con abandonos temporales. Se trataba de una medida de difícil cumplimiento, de una más que dudosa eficacia en cuanto la misma se limitaba a plantear un ajuste de producción, sin especificar el volumen para cada territorio, sin ningún criterio y sin ninguna ayuda comunitaria, dejando libertad a los países compensar la misma en base a las ayudas de mínimis. En España no se rechazaba la propuesta pero siempre que la misma, aunque fuera voluntaria, se aplicara con unos determinados criterios objetivos en todos los países miembros y que se ligara a los incrementos de producción habidos en cada territorio y la relación entre producción y cuota. En España, la interprofesional de la leche analizó la idea y se limitó a señalar que ese ajuste no era de su competencia por no tener ninguna capacidad para este tipo de actuaciones. Agricultura advirtió que no había un euro para su ejecución y las Comunidades Autónomas, como casi siempre, guardaron silencio. Consecuencia de ello, la medida no pasó de una propuesta comunitaria a la desesperada.

Y, finalmente, en este recorrido de iniciativas para acabar con la crisis láctea, cabe señalar la sugerencia del Copa-Cogeca, organismos donde se hallan representadas todas las organizaciones de los países miembros, donde la salida pasaría por el sacrificio en el conjunto de los países miembros de 500.000 vacas para retirar entre el 1% y el 2% de la producción y de las que casi 39.000 corresponderían a España. Para la aplicación de la misma, esas dos instituciones contemplan la posibilidad de una ayuda por animal de 1.380 euros que sumaría unos 700 millones de euros que debería aportar la Comisión, cifra hoy difícil de lograr en este contexto, con otras crisis abiertas como la de los refugiados. Bruselas tampoco estará dispuesta a utilizar los 43o millones del fondo de crisis cuando hay más sectores con problemas.

Y todo o en parte muy importante, por la eliminación, para ahorrar, de unos mecanismos adecuados para la regulación de mercados…

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