El Príncipe de Asturias impuso sobre los féretros de los cinco caídos la Cruz al Mérito Militar y Naval

El dolor presidió el funeral por los artificieros fallecidos

Un momento del funeral, en el acuartelamiento de El Goloso. (Foto: MARTIÑO PINAL)
El Príncipe de Asturias presidió ayer el funeral por los cinco militares fallecidos el pasado jueves durante un ejercicio de destrucción de explosivos, en un acto cargado de emoción al que asistieron el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y la ministra de Defensa, Carme Chacón. Entre los acordes de la marcha fúnebre de Chopin y ante el dolor de los familiares, los restos mortales de los militares entraron en el patio de armas de la Brigada Acorazada XII en El Goloso a hombros de sus compañeros y cubiertos con la bandera de España, para ser colocados en sus correspondientes catafalcos.
Además del Príncipe de Asturias, el jefe del Ejecutivo y la titular de Defensa, también asistieron líderes políticos y la plana mayor de las Fuerzas Armadas.

Antes del inicio de la ceremonia religiosa, el Príncipe de Asturias, visiblemente afectado, se acercó a las familias de los fallecidos para darles el pésame y saludar al cabo primero que resultó herido leve, J. Herminio Álvarez Gómez, quien ha acudido al funeral por sus compañeros tras ser dado ayer de alta. En la homilía, el vicario general castrense, Juan Del Río, destacó que para el militar la muerte 'no es un tabú' porque 'ha sido educado para asumir su propia entrega como precio a la a la defensa y a la libertad de los hombres'.

Una vez concluida la ceremonia religiosa, el Príncipe impuso sobre los féretros de los militares fallecidos la Cruz al Mérito Militar y Naval con distintivo amarillo, a título póstumo. La solemnidad y la emoción rodearon el funeral, que se intensificó con el homenaje a los caídos y la interpretación de 'La muerte no es el final', mientras los banderines de las unidades a las que pertenecían los fallecidos les rindieron homenaje.

Al término del acto, los compañeros de los fallecidos han recogido las banderas de España que cubrían los féretros, las condecoraciones y las gorras, para entregárselas a los familiares de los fallecidos. El himno nacional puso fin a las exequias. Tras el funeral, los restos mortales de los militares fueron trasladados hasta sus lugares de origen para su entierro o inhumación en la intimidad.

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