Las claves

Fin de las aventuras de “el coletas"

Pablo Iglesias, fotografiado por Dani Gago tras cortarse la coleta, emula a un joven Stalin en la pintura de Iraklij Toidze.
photo_camera Pablo Iglesias, fotografiado por Dani Gago tras cortarse la coleta, emula a un joven Stalin en la pintura de Iraklij Toidze.
De momento, Pablo Iglesias ha renunciado a sus cargos y, aunque no le gustan los toros, tras su fracaso madrileño se ha cortado la coleta.

Ha sido el titular  generalizado, el fácil, el obvio, “Pablo Iglesias se corta la coleta”. Se la cortó físicamente, ya no tiene coleta ni tampoco el moño hípster con el que también dio el campanazo. El moño no consiguió que dejara de ser 

"el coletas", apodo que demostraba  escaso respeto a un vicepresidente del gobierno. El corte se hizo a lo grande, con una escenografía perfectamente diseñada para señalar que empezaba una nueva vida para el creador de Podemos. Fuera coleta y fuera moño hípster. Iglesias nunca da puntada sin hilo y en esta ocasión cada gesto, cada plano, estaba minuciosamente estudiado. Hacía tiempo que quería cortarse el pelo,  incómodo para un padre con tres niños pequeños, pero sus colaboradores le disuadieron de hacerlo: la coleta era un símbolo. Esos mismos colaboradores interpretan hoy que  la decisión de prescindir de ella significa que Pablo Iglesias ha pasado página y deja la política para siempre. Habrá que ver dentro de unos meses o unos años si tenían razón.  

Abandonó primero la vicepresidencia, después el escaño de diputado, y a continuación anunció que no tomaría posesión como parlamentario de la Asamblea de Madrid y que pondría punto final a su vida política. Por último se cortó la coleta y lo hizo robando cámara a Ione Belarra al distruibuir las fotografías el mismo día que Belarra presentaba oficialmente su candidatura a la secretaría general de Podemos. Hasta el último momento Pablo Iglesias anteponía su presencia, su figura, a quien estaba llamada  a protagonizar la noticia más importante ese día de su partido. Del partido de los dos.

Iglesias designó a Yolanda Díaz como su sucesora en la vicepresidencia y candidata de Unidas Podemos a la presidencia del Gobierno en las próximas elecciones, pero deja atrás detrás un Podemos   en situación complicada. Tras los fracasos electorales en País Vasco y Galicia, en Cataluña han mantenido el mismo número de escaños aunque pensaban incrementarlos sensiblemente gracias al tirón de Ada Colau, y en Madrid, a pesar de que Iglesias encabezaba la lista, apenas tuvieron tres escaños más que las anteriores elecciones, muy poco teniendo en cuenta que la Asamblea se incrementaba en cuatro escaños. Pero lo peor fue el golpe de Más Madrid, partido creado por Errejón, que no solo multiplicó por 2,5 los votos de Podemos sino que además tuvo más votos que el PSOE. En buena parte como castigo a la coalición de Pedro Sánchez con Pablo Iglesias.

Las perspectivas  futuras no son mucho mejores. El Tribunal Constitucional acaba de dar la razón a Teresa Rodríguez, que era líder de Podemos Andalucía y que, tras enfrentarse a la cúpula nacional,  cuando se encontraba de baja maternal fue expulsada del grupo parlamentario de Unidas-Podemos andaluz. Rodríguez se presentará a las andaluzas con su propia formación, Adelante Andalucía, y los pronósticos son buenos para ella y malos para Podemos. 

Yolanda Díaz ya marca el paso

No se sabe cuándo serán esas elecciones, existen toda clase de especulaciones sobre las intenciones del presidente Juanma Moreno y su interés en adelantarlas aprovechando que el PP se encuentra en horas altas tras el éxito de Madrid.  Hay un dato que hace pensar que algo se está cociendo: hace pocos días, Pablo Casado hizo un viaje relámpago y secreto a Málaga  en AVE para reunirse con Juanma Moreno, el Consejero de Presidencia y hombre fuerte de la Junta Elías Bendodo y el alcalde de Málaga  Paco de la Torre. Casado regresó inmediatamente a Madrid y no trascendió qué fue lo que hablaron y decidieron sobre las elecciones. Si decidieron algo. Pero es un asunto del que está muy pendiente Pedro Sánchez. Y aunque haya dejado la política, o declarado que dejaba la política, también seguirá muy de cerca Pablo Iglesias.

Mientras se despejan esas incógnitas y muchas otras, Yolanda Díaz  asume ya las máximas responsabilidades de IU-Podemos en el Gobierno. En apenas tres semanas ya marca territorio y su influencia crece día a día.

Desde Moncloa cuentan que Sánchez mantendrá interlocución también con Iglesias, pero si va a haberla se puede dar por seguro que será muy circunstancial y nada relevante. No forma parte del Gobierno y dentro de unas semanas dejará de ser el líder de Podemos, porque Ione Belarra ocupará con toda seguridad la secretaria general a partir del congreso que se va a celebrar en junio. Cuenta con  el apoyo del trío más afín a Iglesias, Irene Montero, Pablo Echenique y Juan Carlos Monedero. Si alguien más decide presentar su candidatura es difícil que salga elegido.

La vicepresidenta tercera no pertenece a Podemos y no quiere pertenecer. Es miembro del PCE y desde el momento que sea ratificada como candidata a la Presidencia del Gobierno por IU-Podemos con todas sus confluencias, la figura de Belarra quedará muy diluida. Díaz vive la política desde que nació, ha tenido responsabilidades políticas y de gestión desde hace muchos años, primero en Galicia y después en el gobierno de coalición, y es seguro que  no permitirá que nadie ponga en cuestión su liderazgo.

En esa situación ¿qué hará Pablo Iglesias? Su relación con Sánchez se encuentra muy deteriorada desde hace meses; incluso  habían dejado de lado sus almuerzos semanales, y su último encuentro fue de cortesía, la de una despedida.

Analista político

Económicamente no va a tener problema. Ha pedido la indemnización que le corresponde como ex miembro del gobierno, un porcentaje que se acerca al total de su sueldo base como vicepresidente y que reciben todos los ex que lo solicitan. Indemnización que  se prolonga el mismo número de meses que ocuparon el cargo, con un máximo de  dos años. En total Iglesias recibirá casi 6 mil euros mensuales durante año y medio. El problema está en que ha anunciado que regresará a la Complutense, que retoma sus clases en la Facultad de Políticas, donde mantiene su plaza de profesor. Pero si lo hace y, por tanto, recibe un salario público, tendría que renunciar a la indemnización como presidente,  pues así lo marca la ley.

Su idea es escribir, colaborar allí donde le llaman para hacer análisis políticos, participar en  charlas y coloquios  y llevar algún programa audiovisual como hacía antes de crear Podemos, cuando dirigía y presentaba la Tuerka. 

Se publicó que se había puesto en contacto con Jaume Roures, propietario de Mediapro y productor cinematográfico, que se ha hecho millonario entre otras cosas por hacerse con derechos de transmisión del fútbol. Roures declaró a “El Español” que no ha recibido ninguna llamada de Iglesias, pero que si la recibiera pensaría en la posibilidad de ofrecerle algún  programa; incluso adelanta al periódico digital que no estaría mal una serie sobre la monarquía. No se sabe si Roures lo decía en serio o en broma. De izquierdas e independentista, participó en la creación de Podemos. 

No atraviesa sin embargo su mejor momento. La pandemia y la falta de partidos se fútbol le han colocado en una situación tan difícil económicamente hablando que ha acudido a la SEPI para solicitar  230 millones de euros con los que  cumplir sus compromisos y mantener sus empresas. Debe tanto dinero que se ve obligado a hacer una ampliación de capital, pero su socio chino se niega a participar en esa ampliación.

Lo más relevante ahora, más que especular sobre el futuro profesional de Pablo Iglesias, es saber si efectivamente va a abandonar la política de forma definitiva. Cuesta creerlo en una persona que ha demostrado en estos pocos años de vida de Podemos que le apasiona influir, mandar, tener poder. Cuando se llega nada menos que a la vicepresidencia de un gobierno a través de un partido populista de izquierdas que apenas existía  hace solo cuatro o cinco años, el poder provoca una subida de adrenalina que puede causar un estrés insoportable o, por el contrario, impide aceptar la pérdida de lo que se ha tenido.

De momento, Pablo Iglesias ha renunciado a sus cargos y, aunque no le gustan los toros, tras su fracaso madrileño se ha cortado la coleta. ¿Para siempre? Hay toreros que vuelven a los ruedos unos años más tarde, otros que se quitan el gusanillo participando en festivales benéficos y unos terceros que ven los toros desde la barrera. 

Esta última sería la opción  más parecida a la de un Iglesias dedicado al análisis y al comentario político. Si efectivamente es lo que pretende: ser solo espectador de aquello que le entusiasmaba.

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