Laboratorios Juan Palomo

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photo_camera La habitación de J.A.L.C. con los utensilios para elaborar la droga.

Un joven informático de Sevilla elaboraba en su habitación drogas de gran calidad, "impensable las hiciera en su casa". 

Él se lo guisaba y él se lo comía; solo, sin ayuda alguna, en la casa de sus padres y sin ocultar su identidad J.A.L.C., un joven de 32 años con estudios de informática, montó en Sevilla un negocio de medicamentos ilegales hechos por él mismo que le reportaba pingües beneficios y que pretendía ampliar.

Los agentes del Servicio de Consumo y Medio Ambiente (Secoma) de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil frustraron su peligroso proyecto y le detuvieron en su chalé sevillano.

Adolfo Gómez, sargento del Secoma, cuenta cómo este joven, que había empezado recientemente a trabajar como informático, había habilitado dos habitaciones del chalé de sus progenitores, con los que convivía, para almacenar, elaborar y envasar fundamentalmente tres medicamentos ilegales como potenciadores sexuales y adelgazantes.

Medicamentos con sustancias prohibidas por las agencias correspondientes de EE.UU. y de la Unión Europea desde el año 2000 y que pueden provocar daños irreparables a la salud, como infartos de miocardio o ictus.

Quizá lo que ha sorprendido más a los investigadores es que él solo llevara adelante toda la cadena del "negocio", desde los pedidos de todo el material, la elaboración del medicamento, el envasado perfectamente precintado, el etiquetado, la publicidad en sus propias páginas de internet y la venta, también por la red, a otros distribuidores, probablemente tiendas de nutrición, herbolarios o peluquerías.

Con mascarillas y protección tuvieron los agentes que entrar en el laboratorio insalubre que el joven se había montado con todo tipo de artilugios para hacer las mezclas de las sustancias y elaborar las pastillas con un método que había aprendido en páginas de internet.

Un autodidacta, explica el sargento del Secoma. Hasta el punto de que era capaz de fabricar una máquina cortadora de pastillas exactamente igual que una comercial, siguiendo tan solo las instrucciones en vídeos de internet.

La verdad, dice el sargento, es que cuando se tiene en la mano el producto final, no puede creerse que haya sido elaborado en la habitación de una casa y totalmente de forma artesanal.

Su "modus operandi" era el siguiente: a través de internet hacía el pedido a China de los principios activos derivados de las anfetaminas (pagaba a unos 500 euros el kilo de polvo), que recibía en su propia casa a su nombre real.

Adquiría también en ese país otros efectos necesarios, como las pegatinas de los envases y en muchas ocasiones compraba los botes en España. Nunca de forma presencial, explica el sargento de la Guardia Civil.

Del gigante asiático procedía también parte de la maquinaria que utilizaba y de nuestro país los excipientes, como lactosa, para las mezclas.

Y pagaba a sus proveedores a través de empresas de pago internacionales.

Los tres medicamentos que elaboraba eran compuestos de sibutramina (Yeduc) para la obesidad; de fentermina (Phen 375), también para adelgazar, y el Vigour 800 para la disfunción eréctil.

El detenido vendía por ejemplo el Vigour 800 a 20 euros el sobre que contenía diez pastillas, o 60 euros el bote de Phen 375, con una rebaja si se adquirían tres (entre 100 y 120 euros).

Con vistas a la "campaña de verano", el joven tenía ya todo preparado para "fabricar" más pastillas y, según los investigadores, se encontraba en un momento de "expansión" del negocio porque había adquirido mucho material para la elaboración, como botes y pegatinas. Tampoco pensaba contar con nadie.

Entre el material incautado, todavía pendiente de un análisis más exhaustivo, figura una gran caja con unos 10.000 sobres de potenciadores sexuales.

Sus conocimientos de informática le permitían poner a la venta sus productos sin poder ser identificado, a través de servidores ubicados fuera de España, por ejemplo en Rumanía.

En resumen: un negocio bien montado que pretendía ampliar sin ayuda de nadie. ¿Y si su actividad hubiera causado la muerte a alguien?, le preguntaron los agentes. No supo qué contestar. 

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