Psicólogos y ginecólogos siguen el rastro del uso de productos estupefacientes para agredir a mujeres sin que se enteren

Abusos sexuales que se pierden en la memoria

 La movida nocturna es uno de los ambientes en los que suelen actuar los agresores.
Un cuadro de amnesia cubre con un tupido manto negro la memoria y elimina del disco duro los hechos más recientes. El uso de fármacos y drogas, combinados con el alcohol, deja indefensas a mujeres que son víctimas de abusos sexuales sin enterarse. Al día siguiente, cuando despiertan en la cama de un desconocido, no recuerdan nada y sospechan mucho. No saben si intentaron oponerse a las relaciones sexuales o si fueron consentidas. Muchas lo atribuyen a una gran borrachera y no denuncian, pero han sido víctimas de la sumisión química.
Desnuda y sola, en la cama de una habitación desconocida. Con pocas fuerzas y sin ganas de incorporarse, se levantó hacia la puerta y descubrió un pasillo desconocido que la conducía hacia un salón desconocido en el que un joven desconocido fumaba un pitillo frente a una gigantesca pantalla de plasma.

La situación era desconocida. Y las sensaciones también eran desconocidas. A sus 24 años había pasado muchas noches de fiesta y padecido resacas martirizantes. Tenía experiencias anteriores con la cocaína y ya conocía los efectos de diferentes tipos de pastillas, pero nunca se había levantado como aquella mañana. No tenía las lagunas de memoria habituales cuando se pasaba con los cubatas, era algo diferente. Desconocido.

No recordaba nada de la noche anterior. No conocía al chico que le sonreía sin levantarse del sofá. Le faltaban las fuerzas. No encontraba un momento de la noche al que agarrarse para intentar recordar lo que había ocurrido la madrugada. Su ropa, esparcida por el pasillo, le indicaba que ‘había pasado algo con el chico’, pero no se atrevía a preguntarle nada.

Sin pistas

Optó por vestirse rápido y bajar a la calle. Cogió el teléfono para llamar a un taxi y se encontró con más de diez llamadas perdidas de su mejor amiga, con la que había salido de copas antes de perder la memoria. Esa compañera fue su única confidente; esperaba que ella le diese alguna pista y le ayudase a reconstruir la noche, pero no fue así. ‘Me dijo que se había enrollado con un chico y que, cuando se despidió de mi, me dejó tomando chupitos con un grupo de chavales’. A la amiga también le extrañó esa gran laguna de memoria porque no habían bebido mucho, pero atribuyeron esa amnesia al garrafón o a unos chupitos demasiado fuertes; se fueron a un centro de planificación familiar para que le diesen la píldora postcoital para evitar males mayores y ahí acabó la cosa.

Ocurrió a comienzos de año. Las dos amigas, que recordaron más de una vez ese episodio, no le dieron mayor importancia hasta que hace un mes oyeron hablar por primera vez de la sumisión química: el agresor droga a la víctima y abusa sexualmente de ella sin que ésta recuerde nada al día siguiente.

Ahí surgió la gran duda. ¿Había sido una gran borrachera o le había echado algo en la bebida para abusar de ella?. Han pasado casi cuatro meses y ahora es casi imposible responder a esa pregunta. La presencia de estas drogas en la sangre y la orina es muy fugaz y resulta casi imposible detectarla después de las 48 horas. Meses después de la agresión, sólo se podrían detectar sustancias sospechosas en un laboratorio preparado para análisis avanzados de cabello. Ahora es mejor olvidar y no saber nada.

A veces los síntomas pueden confundirse con los de un coma etílico y la mayoría de las chicas no sospechan que pueden haber sido víctimas de una sumisión química, explica Chus Díaz Anca, psicóloga clínica del Cen tro de Orientación Familiar de A Coruña. ‘Seguro que a los profesionales también nos pasan desapercibidos bastantes casos. Llegan muchas chicas que nos piden la píldora postcoital porque se despertaron con un chico en la cama y no recuerdan lo ocurrido en las horas anteriores porque estaban muy borrachas’.


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