La historia de un drama con demasiados nombres propios

Francisco Vázquez, en su círculo íntimo Paco, es uno de los supervivientes de la catástrofe ferroviaria acontecida en la noche del 24 de julio. Estaba en Madrid por trabajo, regresaba a Galicia y el convoy, un Alvia, descarriló. 'Tengo un nuevo cumpleaños que celebrar', escribe en la red social Facebook. 'He vuelto a nacer y me di cuenta de que tengo a alguien ahí arriba que mira por mí', prosigue, en una clara alusión a su padre, fallecido. Desde el hospital, escribe que lo suyo, pese a las fracturas y contusiones, 'no ha sido nada',
Luis Ledesma esperaba que su novia, la mexicana Yolanda Delfín Ortega corriese, al menos, la misma suerte que Paco. Estudiante de intercambio en Compostela, la joven regresaba de la capital española, donde había dejado en el aeropuerto a su madre y a su hermana, que habían estado visitándola unos días en España. Su pareja y sus amigos se movilizaron a través de Twitter ypidieron ayuda a las autoridades del país azteca. 'Es una chica encantadora, muy dulce', decía una de sus amigas, mientras que su compañero sentimental recordaba como se comunicó con ella pocos minutos antes del fatídico descarrilamiento.

La cancillería mexicana confirmó, horas después, el fallecimiento de una mujer de aquel país en el accidente del tren y el estado de Veracruz, de donde era originaria la víctima, confirmó finalmente que se trataba de Yolanda Delfin Ortega, de 22 años.

La incertidumbre sobre la suerte de amigos y familiares también afecta a José Ramón, que acompaña en el Cersia, donde se ofrece apoyo psicológico a los familiares de las víctimas, a la hija de su ex mujer, Miriam.'Estoy muy preocupado tanto por esta niña como por los familiares que no encontramos. La adolescente busca a un tío y a dos primos. Viven en Ciudad Real y se desplazaban a Galicia por un bautizo'.

Luis Fernández García ya sabe que su cuñada, Consuelo Florinda Iglesias, es una de las fallecidas.era de Alicante y se había desplazado a Galicia para participar en una reunión anual de primos y para celebrar un reencuentro con sus compañeras de ingreso en el Bachillerato. 'La mayoría no se han visto en cincuenta años, estaban todas desperdigadas por ahí', contó a la prensa Luis Fernández. Recuerda que el 24, en la tarde noche, se desplazó con su mujer a la estación compostelana para esperar a Consuelo. La última vez que escucharon su voz estaba alegre: 'Estoy en Ourense, tengo media hora de aquí a Santiago. La hora de llegada, nueve menos veinte'.

'Pero, ¿por qué el Apóstol se ha llevado a mi niña', 'madre mía, pero yo por qué habré dejado ir en ese tren a mi hijo', 'mi crío tenía 21 años, ¡21 años!'. Son las frases que se escuchan desde el mismo inicio del protocolo por el que se comunican las malas noticias, es decir, los decesos. Personas cubiertas con mantas, otras portando fotos de los suyos, la mayoría desviando la mirada para evitar el foco y el micrófono... Es la historia de un drama con demasiados nombres propios.

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