La recaudación de las máquinas tragaperras cayó a la mitad el año pasado y la culpa, en este caso, no la tiene la crisis. Los empresarios del sector responsabilizan de esta caída a los juegos on-line.

Internet compite con las tragaperras

Mi principal problema es que tengo demasiado tiempo libre', apunta Mario. Ese es su diagnóstico superficial, irreal e incompleto. Quiere decir, pero no dice. O al menos no lo cuenta todo. Quiere atribuir al desempleo su enfermiza obsesión por el juego, pero la realidad es otra. Antes de que conociese la cola del paro ya jugaba a las tragaperras y participaba en timbas nocturnas en un local de su barrio.
Jugó su primera partida de póker en su primer año en el instituto: 'La apuesta inicial era de cinco pesetas y una mano buena no daba más de doscientas pesetas'. En el mismo bar en el que se jugaban esas timbas estudiantiles comenzó su relación con las tragaperras, 'con monedas de cinco duros'. No sabría decir qué llegó antes a su vida: las cartas o las máquinas: 'Fue cambiar el colegio para empezar en el instituto y descubrir todos los vicios en las horas a las que faltaba a clase. Fue una temporada un poco loca: fumábamos, bebíamos, jugábamos a las cartas y les metíamos a las máquinas'.

La incompatibilidad del tabaco con el fútbol sala sirvió para que los malos humos desapareciesen de su vida y unos problemas hepáticos borraron las borracheras de su adolescencia, pero las melodías de las tragaperras y el soniquete de las monedas cayendo en cascada le acompañaron durante demasiado tiempo. 'Creía que tenía controlados los movimientos de las máquinas, aventuraba los avances que me podía dar en cada jugada y presumía de saber cuando una tragaperras estaba caliente y podía dar una premio especial', explica con resignación. La realidad era otra y la descubrió hace un par de años.

Las máquinas no se calientan, son cada vez más complejas y reparten los premios en función de un programa que ni los chinos son capaces de controlar. No hay más trucos que la constancia y la estadística: cuantas más monedas meta el jugados, más posibilidades tiene de sacar un especial. La ley obliga a las empresas del sector a repartir en premios el 70% de la recaudación de cada máquina.


NEGOCIO SEGURO

Es un negocio seguro para los empresarios y para los dueños de los bares, pero no para los jugadores. Y Mario tardó más de quince años en descubrirlo, fruto fundamentalmente del aburrimiento y camelado por el juego on-line. Unos meses antes de abandonar las tragaperras ya se había enganchado a las nuevas fórmulas de juego que ofrece internet: 'Cambié la quiniela y la primitiva por las casas de apuestas, dejé las máquinas y empecé a jugar al póker en línea, salí de una y me metí en otra'.

Y como Mario, muchos más. 'La mayoría buscan en la Red el anonimato para seguir tentando a la suerte y poner en riesgo su cuenta corriente', apunta Juan Lamas, director terapéutico de la Asociación Gallega de Jugadores de Azar (Agaja). Ese trasvase de jugadores explica, en buena medida, la caída de ingresos de las empresas de juegos presenciales, que en 2009 recaudaron un 49% menos que en el ejercicio anterior (475 millones de euros frente a los 936 de 2008). El descenso fue más acusado en las máquinas tragaperras (56%) que en los bingos (15%) y casinos (1,1%).

Los colectivos de jugadores de azar no creen que la crisis sea la responsable de esta caída en los ingresos de las empresas del sector y aseguran que 'hay un cambio de tendencia'. Resulta difícil contabilizar las personas que juegan el casinos virtuales o participan en partidas on-line, pero 'todo indica que muchos buscan en el azar la salida desesperada a la crisis económica'.

'Las nuevas tecnologías son las peores aliadas de las personas ludópatas, que encuentran todo tipo de facilidades para superar los supuestos filtros que existen', apunta Lamas. 'Los familiares y amigos también tienen muchas más dificultades para controlar los movimientos de estas personas', añade. Un estudio de la Universidad de Santiago, coordinado por Elisardo Becoña, estima que en Galicia hay casi doscientas mil personas con problemas asociados al juego y apunta que la adicción cobra tintes más preocupantes con la irrupción de portales especializados en internet.


ESCAPAR DEL LABERINTO

El 80% de las personas que acuden a las sesiones terapéuticas programadas por la Asociación Gallega de Jugadores de Azar están enganchados a las máquinas tragaperras, pero los representantes de Agaja alertan del creciente número de jóvenes que han desarrollado una adición al juego on-line. 'El 12% de nuestros pacientes están enganchados al juego a través de internet y la mayoría tienen entre 18 y 23 años'.

Uno de los que ha conseguido escapar de este laberinto es David Fernández, que tras su rehabilitación ha decido colaborar con quienes le ayudaron y convertirse en monitor de Agaja. Su historia es muy parecida a la de Mario, y a la de tantos otros. Cambio las tragaperras por las apuestas de internet y las ganancias iniciales pronto se transformaron en pérdidas: 'Gastaba más de mil euros cada fin de semana y todo lo que ingresaba se iba en las apuestas y juegos de azar'.

Acumuló deudas de hasta 60.000 euros, pero consiguió salir del pozo y rehabilitarse al tercer intento. Salió de su particular infierno y decidió plasmar su sinuosa travesía en un libro ('Diario de un ludópata') para ofrecer ayuda a quien se vea en una situación parecida.

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