FIN DE AÑO 2020

Mascarilla en la playa, íntima Navidad

Colas en la playa coruñesa del Orzán con el semáforo en rojo para acceder al arenal.
photo_camera Colas en la playa coruñesa del Orzán con el semáforo en rojo para acceder al arenal.
Las restricciones para frenar los contagios modificaron las condiciones de ocio y de tiempo libre de los gallegos 

Tras perder la primavera o entregársela a la pandemia a cambio de salvar vidas y no colapsar el sistema sanitario, Galicia fue la primera autonomía en afrontar los rigores del verano adentrándose en el terreno desconocido de la "nueva normalidad", expresión acuñada por el presidente Sánchez y que acabó siendo de uso corriente. Pero esa nueva normalidad venía acompañada de restricciones y normas para salvar el verano una vez perdido el negocio de la Semana Santa.

La economía y la prevención no resultan fáciles de acompasar cuando el turismo viene acompañado de masificación, alcohol, música y baile. En el mes de mayo la Xunta comenzó a trabajar en la herramienta Praias Seguras de Galicia para regular a través de un código QR el acceso y el aforo a los arenales con un sistema de cita previa similar al que funciona en As Catedrais, pero el sistema no gustó de igual manera en todos los concellos, que son los que tienen las competencias. Así, mientras en Sanxenxo se parceló la turística playa de Silgar en 780 cuadrículas con un aforo de hasta 2.340 personas, en A Coruña se instalaron semáforos en los arenales del Orzán, Riazor o Matadero para regular el acceso.

 Las imágnes de la orilla de Silgar abarrotada mientras las parcelas permanecían desiertas despertó tantos comentarios como críticas por la irresponsabilidad de los turistas. En A Coruña había que estar pendiente de la subida y bajada de la marea antes de asumir el riesgo de vestirse el bañador para no llegar a la orilla. El uso de la mascarilla, excepto en el momento del baño, también fue obligatorio para caminar por la arena y propició una estampa veraniega distinta a la que se soñaba en primavera. Fue un verano sin verbenas en la tierra de las 300 orquestas al cancelarse los principales eventos o sufrir modificaciones hasta parecer algo distinto como ya había hecho Lugo con el "Arde Lucus" a finales del mes de junio. 

El verano pasó, los niños regresaron a los colegios sin los grandes contagios previstos, pero el coronavirus continuó campando a sus anchas hasta que comenzaron los cierres perimetrales, las terrazas con convivientes y el parón de la hostelería en las ciudades más pobladas que estrenó en Ourense. 

A finales de octubre se decretó un nuevo estado de alarma con la competencia delegada en las autonomías y el toque de queda con el objetivo de salvar la Navidad. Mientras la hostelería incrementaba las protestas por el paro obligatorio, la campaña navideña animaba a un nuevo esfuerzo. Abel Caballero encendió la Navidad en Vigo en un acto de una intimidad estremecedora para 75 personas en una ciudad que representa el jaleo y la luz en estas fechas. Después llegó el límite de comensales en la mesa de Nochebuena y la discusión semántica sobre el término allegados que propuso el ministro Illa. Con la vacuna ya en algunos brazos, se confía otra vez en el verano.

Te puede interesar