Decana del Colegio de Biólogos de Galicia

Mercedes Casal: ‘Para restaurar áreas quemadas hay huir de técnicas baratas porque resultan caras’

Mercedes Casal, decana del Colegio Oficial de Biólogos. (Foto: M.V.)
Mercedes Casal (Santiago, 1949) fue durante nueve años delegada en Galicia del Colegio de Biólogos y presidió durante cinco la gestora de este órgano hasta que, en noviembre de 2008, se convirtió en primera decana.
Mercedes Casal representa los intereses de más de 1.600 colegiados y compatibiliza esta actividad con la docencia en la Universidad de Santiago; es profesora titular de Ecología del Departamento de Biología Fundamental. Su tesis doctoral analiza los efectos de los incendios y las rozas en el matorral del tojo. Los proyectos de investigación en los que trabaja analizan las consecuencias del cambio climático en los ecosistemas forestales gallegos y profundizan en los efectos de los incendios.

¿Cómo es la capacidad de regeneración de las poblaciones vegetales?

En general es muy buena, salvo en zonas muy concretas como las cimas de los montes o algunas áreas rocosas.

¿Cómo se analiza la intensidad de los rebrotes?

Hacemos muchas mediciones para llevar un control de la intensidad de crecimiento, rebrote, germinaciones. Vamos midiendo, con cinta métrica, las plantas y establecemos diferentes categorías.

¿Es preocupante la erosión?

Es uno de los mayores peligros porque el suelo queda al descubierto, sin ningún tipo de protección frente a la lluvia y los arrastres. Además de la erosión física del suelo, hay que estar pendientes de la erosión química y biológica, la relacionada con la pérdida de semillas o esporas.

Uno de los impactos del cambio climático es el mayor riesgo de incendios. ¿Qué medidas hay que adoptar a corto plazo?

La clave está en ordenar el combustible, tener acotadas las zonas de vegetación sometidas a mayores riesgos, mantener sistemas de cortafuegos, respetar los perímetros de seguridad en áreas habitadas y extremar los controles en ecosistemas valiosos y zonas protegidas.

¿Por qué no se han adoptado hasta ahora?

El monte no se ha ordenado porque resulta caro. Tenemos dos millones de hectáreas de terreno forestal y en algunas zonas resulta muy complicado realizar las rozas y trabajos de acondicionamiento.

¿Qué medidas propone a largo plazo?

El pastoreo puede ser una actividad muy útil para mantener la biodiversidad. Lo fundamental es concienciar y sensibilizar a la población, tanto a escolares como a adultos.

Con lo que han sufrido los montes gallegos en los últimos años, ¿por qué no cuaja esa concienciación?

Porque no ha habido una campaña a fondo, bien diseñada y mantenida en el tiempo. Hemos intentado atajar problemas puntuales y nos asustamos mucho en determinados veranos, pero hay que llevar a cabo políticas educativas serias.

Tampoco nos hemos apresurado a sacar la madera que el ciclón Klaus dejó tirada en los montes y aumenta los riesgos de incendios o plagas.

Cayeron numerosos árboles y muchos están en zonas de difícil acceso, con lo que su retirada es muy complicada, pese a que alguna de esa madera podría tener salida en el mercado. Los daños son importantes y, efec tivamente, puede ser un riesgo añadido de incendios y un foco de plagas a largo plazo.

¿Qué hay que hacer con la biomasa?

Es necesario planificar los desbroces y hacer un diseño exacto de las estrategias a seguir en función de la biomasa que se genere. No hay que desbrozar para alimentar las plantas de biomasa.

¿Cuáles son las principales luces y sombras de las políticas forestales aplicadas en los últimos años?

La restauración de algunas zonas arrasadas por incendios no ha sido la más acertada; se ha usado el arado y otras técnicas agresivas en lugar de métodos blandos o menos destructivos. Hay que huir de técnicas baratas porque lo barato sale caro, también en política forestal. Hay que desechar los subsolados en terrenos de pendiente porque facilitan la erosión y pueden incrementar los daños.

¿Y las luces?

Se han revegetado bastantes hectáreas y se han introducido especies nativas que estaban olvidadas.

¿Hay demasiados eucaliptos?

No conozco al detalle la demanda y el mercado, pero es cierto que hay poca superficie dedicada a otras especies de crecimiento más lento; habría que planificar con vista a los próximos cuarenta o cincuenta años. Son necesarios diseños y estudios para cada zona, pensando sobre todo en los efectos del cambio climático, y buscar alternativas en otras especies útiles para la industria del mueble: castaño, nogal, cerezo, etc.

Usted hizo su tesis doctoral sobre los efectos de los incendios forestales y las rozas en el material del tojo. ¿Es una especie olvidada o minusvalorada?

El tojo fue una pieza clave en la economía agraria gallega durante más de 250 años porque se utilizaba como un sistema de fertilización muy eficaz hasta que la despoblación cambió la realidad del medio rural. En el siglo XXI ya no se aprovecha el matorral para llevarlo a las cuadras o utilizarlo como fertilizante o combustible; la aplicación más lógica es la que se le da en las plantas de biomasa. Si no se corta, el tojo aumenta el riesgo de incendios y dificulta los movimientos en el monte. En el pasado, la masa de tojo aumentaba porque era cortable y usable; ahora crearía problemas.

¿Hay demasiada improvisación y poca planificación del territorio?

Faltan políticas integrales para conservar y valorizar espacios ecológicos valiosos, tanto los que están en Red Natura como otros que no lo están. Hay que ser muy escrupuloso al regular los espacios en los que se dejan construir polígonos residenciales e industriales.

¿Incluidos los parques eólicos?

Hay que ser más selectivos y exigentes a la hora de autorizar estas instalaciones. Deberían estar más restringidos porque en su fase de construcción puede causar daños irreversibles en el ecosistema, mucho más que en la explotación; no se debería autorizar los aerogeneradores en zonas de alto valor ecológico y llevarlas a otras aunque tengan menor intensidad de viento.

¿Es el mismo problema que existe con las plantas de acuicultura?

Sí, siempre que se produce un cambio de uso del territorio para invadir espacios protegidos. Hay que ubicarlas en zonas menos sensibles, fuera de la Red Natura y lejos de espacios protegidos.


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