Infraestructuras

Vigo-Porriño: la autovía destrozada y peligrosa, y la AP-9, sin tráfico

La A-55 Vigo-Porrriño, en estado lamentable.
photo_camera La A-55 Vigo-Porrriño, en estado lamentable.
El tramo de autopista de Puxeiros a Porriño apenas tiene 3.000 vehículos al día mientras la A-55 llega a 60.000.  La saturada autovía  está plagada de radares,  curvas, baches y accidentes: "Esto es una gincana de obstáculos", dicen los usuarios.

Cara y cruz en el mismo entorno: mientras la autovía A-55 Vigo-Porriño sostiene un tráfico que puede llegar a saturarse con 60.000 vehículos al día que circulan por un recorrido plagado de radares, sinuoso, donde los accidentes se suceden y con el asfalto lleno de baches, a su lado el tramo de la AP-9 entre Puxeiros y Porriño apenas registra circulación. Según los últimos datos de Audasa, esta parte de la Autopista del Atlántico continúa siendo la menos utilizada entre Ferrol y la frontera portuguesa, con apenas 3.000 coches de media diaria. Y bajando. 

En concreto, el tramo entre Rebullón y Porriño alcanza una IMD que se sitúa entre 1.600 y 3.700 vehículos, en función del día. Es una cifra que ha caído con las restricciones, como en el resto de la AP-9, pero que en su caso, por tratarse de un tramo de peaje, difícilmente crecerá. En concreto, el 15 de febrero se situaba en apenas 2.794 coches, con un descenso sobre el año anterior del 55 por ciento, y el 22 mejoraba hasta llegar a los 3.377, una caída del 35,7 por ciento, según Audasa. 

Es decir, la IMD apenas supera los 5.000 coches en los momentos más normalizados. Muy lejos de las expectativas: es con mucha diferencia el tramo menos utilizado de la AP-9 y la tendencia es a la baja. Hace diez años incluso llegaba a 9.000 de media.

La A-55 tiene una intensidad media que puede llegar a 60.000 coches al día, pero la AP-9 que discurre en paralelo continúa en mínimos: durante su mejor momento del año, entre los día 10 y 16 de agosto, llegó a 5.821 vehículos, según los datos certificados de Audasa, cayendo de nuevo a 5.470 al día en el último control. Es decir, apenas supone el 10 por ciento de todo el tráfico entre Vigo y la frontera portuguesa, incluyendo el trayecto hasta Porriño, que es también el más concurrido.

La alternativa, una autovía en túnel desde Mos a Vigo, no se atisba en el horizonte de diez años. El Concello de Mos y el PP nacional propusieron oficialmente al Gobierno liberar el peaje de la AP-9 en dicho tramo como solución en tanto no se construye la nueva autovía. Sin éxito. Tampoco lo tuvo la mínima reforma realizada por el Ministerio durante el anterior Gobierno en la A-55, que se alargó durante años con un resultado muy lejos de lo esperado: apenas la ampliación de los carriles de aceleración y poco más. Y mientras tanto, el asfalto ha seguido degradándose. Como ya informó este diario, los baches se suceden, en especial en el kilómetro 10, donde se ha declarado uno de los tramos de concentración de accidentes, y donde hay una señal de advertencia del firme degradado.  “Los habituales circulan ya por el carril exterior. A veces alguien que se asusta al ver los socavones hace una maniobra rara y se escuchan frenazos. En fin, lo de siempre. Cualquier día pasará algo grave”, señala un vecino de Mos, atento a la autovía. 

"Esto es como una gincana de obstáculos"

Otro vecino de Mos, en la zona que linda con la autovía, ironizaba con la situación cada vez peor en que se encuentra la A-55: “Ya pusieron dos señales de obra y dos circunstanciales de 60 kilómetros por hora. ¿Dónde está el problema?  Si te revienta una rueda aun va a ser culpa tuya”, explicaba.
Los testimonios recogidos por este diario van todos en la misma dirección: “Es como una gincana. Son más de 500 metros seguidos de baches y obstáculos”, explicaba otro. “En radares no escatiman, es una vergüenza que esto lleve así más de cuatro meses y nadie haga nada”, indicó en referencia a los cinemómetros instalados, el último en la bajada de Puxeiros por Mos, ajustado a 67 kilómetros por hora para "cazar" a los coches que descienden.

Y más testimonios: “Todos los días viene la Guardia Civil de tráfico, luego llegan los de mantenimiento, echan un poco de gravilla y se van. A las dos horas vuelve a estar igual.  Te acostumbras al ruido, aunque a veces algún camión los coge todos juntos (los baches)  y entonces piensas que ha pasado algo. Nos llevamos sobresaltos cada dos por tres”.

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