LA REVISTA

Los 300 eran muchos más y salvaron Europa

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photo_camera Soldados del un ejército de la época.

Los 300, el legendario cuerpo de guerreros espartanos dirigido por su rey Leónidas que cayó en la defensa del paso de las Termópilas, eran en realidad muchos más. Pero no hay duda de que su gesta fue clave para Europa

Los 300 eran unos 1.500 soldados. Porque la Historia olvida que al lado de la guardia personal de Leónidas se alinearon otros 1.200 soldados beocios, la región donde se encuentran las “Puertas Calientes” (así llamadas por el manantial de agua hirviendo), el desfiladero de paso obligado hacia el sur de Grecia. Aunque desde el 480 antes de Cristo ha cambiado mucho el paisaje y la línea de la costa, todavía es visible el difícil acceso. Allí aguantó Leónidas con sus 300, pero también el resto de aliados frente a un ejército persa de unos 300.000 hombres. Entre ellos, soldados hoplitas griegos de las regiones bajo poder del Gran Rey persa en lo que hoy es Turquía. 

La defensa de la posición fue clave por dos motivos. Uno, porque permitió organizarse al resto de ciudades-estado helenas. Segundo, porque dio un ejemplo de valor y superación de la adversidad ante un enemigo 300 veces superior.

Hacia -490 el rey persa Darío trató de incorporar la Grecia continental a sus extensos dominios asiáticos. Y fracasó al chocar contra la fuerza ateniense en la llanura de Maratón. Diez años más tarde, su hijo Jerjes llevó a Europa un ejército aún mayor para finalizar lo que su padre había iniciado. Y también fracasó, no sin antes arrasar Atenas, sembrando a su vez un odio hacia los persas –y por extensión hacia Oriente- que fructificaría un siglo más tarde con la expedición pan-helénica iniciada con todo éxito por Alejandro Magno, quien quemó Persépolis como represalia. Hay que añadir que el gran Alejandro estaba una vez más borracho.

La derrota de las Termópilas desembocó en una victoria posterior en la batalla naval de Salamina confirmada en la llanura Platea por el ejército federado de todos los griegos, lo que supuso la retirada persa y evitó que Europa fuera tributaria de Asia. Los persas no eran en absoluto unos bárbaros, pero en ese tiempo comenzaban a nacer en Grecia la democracia, el concepto de libertad, la filosofía y la ciencia: difícilmente habría podido crecer si el territorio se hubiera convertido en una satrapía más del gran reino asiático. El esfuerzo de Leónidas, los 300 y sus aliados beocios, todos ellos caídos en las Termópilas, permitió que los griegos continuaran siendo independientes, aunque su individualismo les hacía incapaces de aliarse de forma permanente entre ellos. Lo que llevó unos años después a otra guerra interna donde la democrática Atenas cayó ante la oligárquica Esparta, que a su vez sucumbiría algo después ante la emergente Tebas liderada por el ejército homosexual –la legión sagrada- de Epaminondas… cuya gloria fue breve ante la llegada de un rey de la región nórdica de Macedonia, helenizada, con la misma lengua, cultura, costumbres y dioses, pero que el resto de griegos consideraba poco más que salvaje y extranjera. Pero de  Macedonia llegarían Filipo, Alejandro Magno y Aristóteles, y en dicha nación se encontraba el monte Olimpo, símbolo panhelénico, quien extendería por el mundo antiguo los valores y la cultura que darían nacimiento a la Europa greco-romana, todos ellos forjados en una derrota un siglo atrás.

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