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El emperador más loco de Roma

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photo_camera Heliogábalo.

Un joven que llegó al trono a los 14 años y fue asesinado a los 18. La ciencia se ha mostrado interesado por él: quiza haya sido el primer transexual conocido

 

A principios del siglo III se inició la decadencia de Roma, que ya no se detuvo salvo con unos pocos emperadores capaces, como Alejandro Severo, Constantino, Diocleciano y Teodosio, que trataron de retrasar el inevitable fin, con Justiniano de brillante epílogo, ya en el siglo VI. El Imperio en la segunda década del siglo III era  una broma, y el trono estaba en subasta entre la guardia pretoriana –en teoría, un ejército para proteger la ciudad, en realidad un grupo de soldados de fortuna- y las familias más importantes.

El siglo II había marcado el máximo poder de Roma, con los cinco “emperadores buenos”, la gens Antonina –militares, pero también filósofos, empeñados en compatibilizar la razón con el poder- que dieron paso al mezquino Comodo, muerto por el puñal como la mayoría de los que le sucedieron. Llegó otra dinastía, los Severos,  de peor calaña. Uno de los primeros fue Caracalla –un tipo envidioso y cruel que curiosamente ha pasado a la historia por dos hechos positivos: sus termas y la concesión de la ciudadanía romana universal, esto último para recaudar más impuestos- y que también fue asesinado. Gracias a las maniobras de su tía y su abuela, su primo Heliogábalo le sucedió tras un breve interregno.


    Heliogábalo era un chico nacido en Siria, sacerdote de El-Gabal, la Roca del Dios Sol, un meteorito divino, como otros del entorno (incluido la Kaaba, que ya entonces era un santuario pre-islámico). Así, con apenas 14 años fue proclamado emperador y llegó a Roma, donde instauró el Sol Invictus, que identificó con Júpiter y al que colocó físicamente por encima del resto del panteón. En la Urbe del siglo III nada sorprendía pero aquello era muy fuerte incluso para la sociedad romana. Más todavía que se desposara con una vestal, cuando desde hacía mil años las “monjas” de Vesta tenían la obligación de profesar como vírgenes durante 30 años so pena de ser enterradas vivas. Otro escándalo.

Luego en un arranque místico se circuncidó. Pero nada comparado con el show que vino después, incluida su decisión de desposarse con un esclavo, de nombre Heracleo. Heligábalo –al que nadie entonces llamaba así- comenzó a decir en público que era la esposa de Heracleo y buscó a alguien capaz de convertir sus genitales masculinos en femeninos. Se llegó a obsesionar con su castración, lo que ahora se toma como la prueba de que quizá fuera el primer transexual del que hay constancia. Sus extravagancias fueron a más aunque es probable que su leyenda fuera aumentada por sus enemigos. No obstante, sus coetáneos le describen como un joven perverso, empeñado en prostituirse y muy capaz de mandar asesinar a los comensales de uno de sus banquetes.

Famosa –pero poco probable- es la escena en la que ordena una lluvia de flores en la que ahogó a todos los que estaban en una comida en palacio. Lo hizo por divertirse. Un día, su abuela se cansó de él y maquinó para eliminarle. Con ayuda de la guardia pretoriana, Heliogábalo fue pasado a cuchillo con su madre. El Senado declaró la “damnatio memoriae”, la condena al  olvido destinada a los enemigos del Estado, una “liga” en la que estaban ya los cuatro peores: Calígula, Nerón, Domiciano y Caracalla, con todo merecimiento. Llegó al trono Alejandro Severo, que pese a todo y contra todo, fue un gran emperador, justo y compasivo.

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