LA REVISTA

Federica Montseny, utopía libertaria

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photo_camera Federica Montseny, en La Monumental, 1936; en un mitin conjunto de CNT-FAI y el PSUC-UGT.

Federíca fue figura significada del movimiento obrero. Tenía fe ciega en la liberación del hombre y la mujer mediante la igualación del conocimiento

Como tantos exilados Federica Montseny ( Madrid, 1905- Toulouse, 1994) suspiraba por el día del regreso. Ese día llegaría, en 1977, pero aquel país ya no era el suyo; sus ideales anarquistas de mujer tozuda, firme, indomable le decían, en honor a uno de aquellos escritos de juventud, habían quedado adormecidos para siempre, al igual que el espíritu libertario promulgado desde la CNT. 

Federíca fue figura significada del movimiento obrero. Tenía fe ciega en la liberación del hombre y la mujer mediante la igualación del conocimiento. No creía en el Estado, figura opresora contraria a los derechos individuales. El anarquismo le venía de cuna, sus padres, Juan Montseny y Teresa Mañé, a través de una publicación, La Revista Blanca, defendieron ya el pensamiento ácrata en las primeras décadas del siglo XX. Nadie ni ellos mismos esperaban a un anarquista en el Gobierno; llegado el momento el debate quedaba servido. A propuesta de Largo Caballero, un 7 de noviembre de 1936, en compañía de otros 3 militantes de la CNT, con el frenesí de la contienda civil en curso, la convertirían en la primera mujer ministra con la cartera de Sanidad; otra manera de hacer militancia, pensaron en el sindicato, unos pelearían en el frente, otros desde el Gobierno. Ácrata y ministra, contribuyó a la mejora de la salud pública y de los derechos de las mujeres en España. Un tiempo muy breve sí, y convulso, sin embargo su mano se haría notar.

Hogares infantiles, “liberatorios sexuales” de la prostitución. Promulgaría la primera ley de interrupción del embarazo, que como ella decía no defendía, pero la consideraría necesaría. Ella misma, que tuvo tres hijos, compatibilizó la lactancia con su acción política. La ley se vino abajo, por oposición de los otros ministros, incluido Largo Caballero. Los sucesos de mayo de 1937 la relegaron del Gobierno, y ella se reafirmó más si cabe en sus ideas incompatibles con un Gobierno; su concepto de pueblo y sociedad autogestionada se quedaría en mera quimera. 

Coordinó el exilio de miles de niños, muy doloroso, decía. Un exilio, el suyo, en Tolouse, por proximidad geográfíca. Allí muere; regresó en varias ocasiones, con el ánimo de despertar políticamente a un pueblo donde no se reconoce; también devolver a la CNT su pasado. Ni lo uno ni lo otro. 

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