Funcionalidad y estilo: La recesión tiene su propia moda

La coyuntura socioeconómica actual no ha tardado en tener su impacto en las tendencias que vestimos. Tanto las marcas como la sociedad han comenzado a reflejar en la ropa la incertidumbre de la recesión, que se traduce en funcionalidad por encima de la estética y en la sencillez por bandera

Son malos tiempos. El cambio climático amenaza el futuro del planeta, la guerra de Ucrania ha supuesto un gran impacto en la economía mundial y la recesión se ha convertido en una de las palabras más repetidas por los informativos a nivel internacional. Todo eso, como no podía ser de otro modo, está teniendo su impacto en la moda. 

La etiqueta, en esta ocasión, “recession core”. Minimalismo y sencillez son los rasgos de una tendencia que se basa en la austeridad y que no solo ha alcanzado al común de las masas, sino que también está reclamando su lugar en los armarios más lujosos.  

Lo hemos visto en las últimas alfombras rojas, en las que han primado peinados muy naturales (incluso despeinados) y maquillajes extremadamente sobrios (incluso la falta de él). Las joyas, sencillísimas, y los vestidos, llenos de transparencias, con telas lisas y sin grandes estampados. 

Aunque en la calle lo recibamos como una cuestión puramente estética que huye de la opulencia y los excesos para reflejar el momento socioeconómico que vivimos, las razones detrás del “recession core” pasan también por la crisis de los materiales y la falta de inversión de la sociedad, que ahora mismo tiene otras cosas en las que pensar y gastar su dinero más allá de la moda.

La ropa que vestimos es un fiel espejo de nuestro estado de ánimo. Y cuando la vida no da para alegrías, el cuerpo nos pide colores neutros y pocos adornos. Exactamente eso es lo que está ocurriendo ahora mismo y las pasarelas no han sido ajenas a este fenómeno. 

Con la cabeza ocupada en la cesta de la compra y en cómo acabar el mes, hemos empezado a dar prioridad a la funcionalidad de la ropa por encima de la estética. Así que las marcas se han visto obligadas a ponerse las pilas para que la recesión no las acabe golpeando por completo.

Indicadores de crisis

Si existe algo que haya reflejado al minuto los cambios sociales de la historia es, sin duda, la moda. Y en momentos de crisis, nos empeñamos en repetir ciertos patrones que dan pistas sobre el momento socioeconómico que atraviesa el mundo. 

Uno de ellos se conoce como “Índice del dobladillo” y fue acuñado por el economista estadounidense George Taylor, quien en 1926, pocos años antes del “Crack del 29”, se dio cuenta de que, en tiempos de carestía y dificultades, el largo de las faldas femeninas se iba alargando, mientras que, ante la esperanza de buenos tiempos en el horizonte, la alegría lleva a reducirlo y vuelven las minifaldas. Este año, las tendencias de primavera llegan cargadas de faldas largas y midi. Por algo será… Ya ocurrió en 2008, cuando la crisis económica golpeó con fuerza y las minifaldas dejaron de ser tendencia. 

Otro de los indicadores empleados en tiempos de crisis es el de la venta de pintalabios rojos. Esta teoría viene a decir que, ante la imposibilidad de invertir en prendas y complementos caros, la sociedad opta por inversiones más pequeñas que ayuden a darle un toque de “glamour” a unos modelitos más austeros. Por esos, en épocas de crisis suelen dispararse las ventas de labiales rojos y vibrantes. 

Con este gesto, se trata también de aumentar la autoestima y subir el ánimo ante momentos de incertidumbre y malas noticias globales. Son teorías, por supuesto, con sus defensores y sus detractores, pero coinciden en haberse repetido a lo largo de la historia cuando los vientos de la economía soplaron en contra.

Espejo social

Centrándonos en las crisis que hemos vivido en nuestra historia más reciente como humanidad, la moda siempre ha tenido que adaptarse a las circunstancias. Ocurrió tras la Primera Guerra Mundial, que, por primera vez, dejó cicatrices atravesando fronteras globales. En este caso, prendas puramente militares, como la gabardina, dieron su salto a las calles y permanecen todavía en nuestros armarios. 

Tras el conflicto vinieron tiempos de bonanza. Los locos años 20, preludio de la catástrofe económica que estaba por llegar al final de la década y que convertiría la moda en una cuestión puramente funcional. En este contexto surgiría uno de los grandes nombres de la moda: Coco Chanel.

Lo mismo ocurrió en la Segunda Guerra Mundial, que terminó de abrir las heridas de la Primera y se reflejó en la moda vistiendo al mundo de sobriedad. 

El ejemplo más reciente lo tenemos hace 15 años, cuando explotó la burbuja inmobiliaria y las calles apagaron de nuevo su luz estilística.

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