Leni Riefenstahl, la cineasta que amaba Hitler

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photo_camera Imagen: “Olympia”, 1936. Autor: Leni Riefenstahl.

La historia de Leni Riefenstahl es la historia de una negación

Se conocieron en Berlín, en 1932, “Fue como si se abriera la tierra delante de mí”. La cita es de Leni Riefenstahl (Berlín, 1902-Pöcking-2003), él era Hitler; “nunca me interesó la política” diría años después, y es que Leni Riefenstahl, la cineasta, vivió muchos años, y como otros simpatizantes del nazismo huyó de mayor protagonismo y sobre todo de su pasado.

El trabajo fílmico de la teutona es glorioso; dos documentales, “El Triunfo de la voluntad”(1935) y “Olimpiadas” (1938) evidenciaron un innegable talento artístico, con una salvedad, ambas eran películas propagandísticas al servicio del Tercer Reich. Ella lo negaría todo, su vinculación con los nazis, y poco más le restó decir que pasaba por allí. Todo empezó con “La luz azul”(1932), laureada en el Festival de Venecia en tiempos de Musolini. Hitler supo de ella, percibió en su estética y forma de narrar una hermosa herramienta al servicio del régimen.  

 La historia de Leni Riefenstahl es la historia de una negación. Steven Bach, escribió una biografía cargada en pólvora, al menos para que ella, que tuvo que salir una vez más y negar las afirmaciones. Negó admiración por Hitler, así como la rumorología sobre relaciones amorosas entre ambos; negó a Albert Speer, el arquitecto de la puesta en escena que dio pie al rodaje del congreso de Nuremberg, cuyos discursos escenificados parecían estar hechos para ser filmados por Leni. 
“Olimpiada”, la narración fílmica de los Juegos Olímpicos de Berlín 1938 marcaron un antes y un después en la manera de visualizar los deportes, de ensalzar el cuerpo perfecto que preconizaba el nazismo, a través de hábiles tomas a ras de suelo o el empleo del travelling como forma de discurrir a la par de los corredores. La más patética de sus negaciones, por su significado, es la de “Tierra baja”, donde unos gitanos inmersos en un campo de concentración representaron a campesinos españoles; al rematar regresaron al presidio y de allí a la muerte. Lo negaría todo. 

Leni no sale indemne aunque esquiva lo esencial, tras la Segunda Guerra Mundial el régimen francés se empeñó en enjuiciarla con los mandatarios del nazismo confiscándole todos sus bienes, “Todo aquello no eran más que servicios profesionales contratados”, alegó. Como es obvio nunca se libraría del estigma del nazismo, no era creíble su versión, en 1948 fue eximida de culpabilidad y declarada sólo como simpatizante. Vivió 101 años, muy intensamente. 

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