LA REVISTA

El martiño, un pez solitario, poco amigable y sabroso

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photo_camera Imagen de un San Martiño.

Su aspecto poco amistoso le salvó durante mucho tiempo de caer en las redes de los pescadores.

San martiño , Samartiño, Martiño.  Son algunos de los nombres con los que es conocido por nuestros mercados este pez de cuerpo alto y comprimido. En Francia y en puertos de algunas costas españolas le llaman Pez de San Pedro o simplemente San Pedro (Saint-Pierre) y en las costas inglesas John dory. En Portugal se le conoce como Galo Negro. Por andalucía le llaman gallo y gallo del lunar, en referencia a la mancha oscura de su lomo.


Hay otras dos especies parecidas y que se distinguen, básicamente por el tono de su piel, además de algunas diferencias en la estructura ósea y de sus aletas: cyttopsis roseus, que a su denominación común (San Pedro, samartiño...) añade el calificativo de rosado  y zenopsis conchifer, que añade el calificativo de plateado, salvo en Portugal que se les conoce con los nombres de galo de natura y galo branco.


El martiño goza de un gran aprecio entre los gourmets, si bien su presencia resulta poco atractiva. A la hora de llevarlo a la cocina cuenta con la incomodidad añadida de un exceso de espinas y cabeza grande –lo cual quiere decir menos porcentaje de parte comestible–. Pese a todo, entre el final de la primavera y buena parte del verano el martiño ofrece magníficas posibilidades en la cocina y sorprenderá a quienes lo tomen por primera vez. En tiempos era muy barato por la escasa demanda, pero ahora ésta ha crecido y como se trata de una especie no muy abundante ya que es de costumbres solitarias y ciclo lento de reproducción, mantiene un precio estable con cierta tendencia al alza.

En la cocina

Para quienes deseen cocinar por primera vez el Martiño y no sepan cómo trabajarlo, pueden aplicar las mismas recetas que con el rodaballo. Guisado, en filetes y rebozado, o simplemente frito, puede ser un punto de partida muy gratificante al paladar. Su moderada presencia de grasa alegra el guiso. 


Es un pez plano, pero no al estilo de los rodaballos y rapantes. A estos últimos les llaman gallos en algunas pescaderías, pero poco tienen que ver con este galo negro portugués o gallo del lunar andaluz. No es un pez de fondo que planea sobre la arena y el fango, sino un solitario navegante por aguas alejadas de la costa, entre los 10 y los 400 metros de profundidad.

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