HISTORIA

El siervo que alcanzó la corona egipcia

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photo_camera Senenmut.

La historia de Senenmut merece ser contada por extraordinaria. De origen humilde, logró escalar hasta convertirse en preceptor de la hija de la reina y, él mismo, en su favorito, justo al lado de la corona.

Senenmut (que significa Hermano de la Diosa Madre) era un egipcio que con esfuerzo y fortuna logró convertirse en co-protagonista de la historia del país del Nilo quizá en su momento de mayor gloria, durante el reinado de Hatshepshut (Primera de las Damas Nobles), una mujer que alcanzó el trono reservado a los hombres durante la Dinastía XVIII en el Imperio Nuevo. Hatshepshut era nieta del faraón Amenhotep, e hija de otro rey, Tutmosis, quien intentó hacerla heredera. No pudo, por la que la casó con su hermanastro Tutmosis II. A su muerte, tendría que sucederle Tutmosis III, hijo de su hermano-marido con otra esposa secundaria, pero entonces Hat decidió quedarse como soberana, primero como regente y luego como rey. Su ambición fue más allá: de acuerdo con los sacerdotes de Amón trazó un plan, y lo ejecutó: decidieron que ella en realidad era hija de Amón que tomó la figura de su padre y además comenzó a ser representada como hombre, por tanto, Horus. Una teogonía útil para asentarse al frente de Egipto.

blockstatueofsenenmutandneferura-leftprofile-britishmuseum-august19-08_resultEl plan también concernía a su hija Neferura (Las bellezas de Ra), cuyo padre probablemente sería Tutmosis II, y a la que quería como sucesora como rey-faraón, lo que de haberlo conseguido habría cambiado por completo la historia del país. En ese momento entró en juego Senenmut, que era funcionario de la corte y arquitecto, y a quien designó preceptor real de Neferura y consejero. Y quizá su amante. Hatshepshut siguió elevando a Senenmut hasta la categoría de visir, el equivalente a primer ministro, el cargo más importante del país, mientras el legítimo faraón, Tutmosis III, se tenía que contentar con un papel secundario como militar, alejado del poder real. Comenzaron las habladurías: se le adjudicó la paternidad de Neferura, con quien aparecería “retratado” en docenas de esculturas y figuras, muchas de las cuales se conservan.

A medida que pasaba el tiempo Senenmut fue acumulando más y más títulos. Se convertiría en Tesorero Real, Gobernador del Palacio, Supervisor de los trabajos reales e incluso sería designado como la máxima autoridad administrativa de los sacerdotes de Amón. Pero sobre todo pasaría a la historia como arquitecto y constructor del bello templo de Deir el Bahari dedicado a Hatshepsut, que aparece como la diosa Hathor. Allí se hizo construir una tumba, quizá para estar cerca de su reina, aunque todo es pura conjetura porque sobre los supuestos amores de Hat y Sen se ha derramado mucha imaginación.

Lo que sí se sabe es que los últimos años fueron el desastre y el fin del sueño: Neferura fallece cuando era una joven, y con ella se esfuma todo el plan tejido por la reina-rey. Tutmosis III hace valer su cargo y asume la posición de heredero. Y como colofón, de la noche a la mañana también mueren Hatshepshut y el propio Senenmut, nadie sabe cómo ni cuándo. Y aquí llega lo que se llamó la “venganza” de Tutmosis, quien habría ordenado borrar todas las inscripciones con sus nombres, que era el mayor de los castigos en Egipto: una tumba sin nombre suponía que el “ba” no podía regresar al cuerpo y con ello no habría inmortalidad o en el mejor de los casos, sería un fantasma vagando eternamente y maldito. Para más escarnio, en la tumba de Senenmut se halló un grafito, quizá uno de los más antiguos del mundo, satirizando al arquitecto, que aparece dibujado de forma muy tosca mientras brutalmente copula con la propia reina.

Sin embargo, Tutmosis, si fue él quien lo  hizo porque también entra en el terreno de las hipótesis, fracasó rotundamente en su “damnatio memoriae”, la condena al olvido: hoy en día Hatshepshut se ha convertido en la mujer-faraón mejor conocida y estudiada –incluso  más que Cleopatra, que reinó 1.400 años más tarde- y a Senenmut, como a Imhotep en tiempos del faraón Zoser, se le considera como un rey aunque no hubiera ceñido la doble corona.

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