CRÍTICA

“Trumbo”: sobre la libertad de expresión y creación

Bryan Cranston interpreta con inteligencia un personaje fascinante repleto de matices

Hollywood, años 40. Dalton Trumbo (Bryan Cranston) disfruta de su exitosa carrera, es el guionista mejor pagado de la industria, con un sueldo de 4.000 dólares a la semana. Pero comienza la Caza de Brujas y la Comisión de Actividades Antiamericanas inicia su campaña anticomunista. Es entonces cuando Trumbo, uno de los llamados 10 de Hollywood, entra en la lista negra por sus creencias políticas. Al negarse a responder a los interrogatorios de la comisión sobre sus ideas o su filiación política, y no querer delatar a otros colegas que comparten sus creencias, por todo ello fue condenado por desacato, con un año de cárcel, además de perder su trabajo.  

Trumbo es la historia de este hombre excéntrico, combativo, con mucho sentido del humor y una gran teatralidad al hablar, que escribía con su máquina de escribir dentro de una bañera de agua caliente. Pero, a pesar de esa guerra en defensa de las palabras y la libertad que acabó con su prestigio y su nombre, la carrera de guionista de Trumbo continuó, de forma anónima, cobrando salarios irrisorios y usando hasta trece seudónimos. Pasó a ser el más célebre 'negro' de Hollywood. Entre 1947 y 1960, fecha en la que volvió para firmar con su nombre el guión de “Exodus” de Otto Preminger, sus trabajos de doble crecieron. Y en esa prolífica carrera en silencio, en cuyos 'créditos' figuran “Espartaco” o “Vacaciones en Roma”, obtuvo dos Oscar.

Lo primero que hay que decir de esta cinta es que, por encima de otras consideraciones técnicas, es una película necesaria por lo que la caza de brujas supuso para toda una generación al atentar contra uno de los principios fundamentales de la democracia: la libertad de expresión.  Lo segundo a destacar es la gran interpretación de Bryan Cranston que dota al personaje de los matices y gestos del gran escritor. La película de Jay Roach sí nos introduce en la faceta más íntima del guionista aunque se queda corto al retratar las consecuencias del Macarthismo y no puede evitar en que la leyenda se sitúe por encima de la realidad. Aunque como pasaba en “El hombre que mató a Liberty Valance”, cuando la leyenda se convierte en hecho, imprime la leyenda.

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